jueves, 2 de abril de 2015

Aterrizando en Iguazú





Así veríamos por primera vez las Cataratas
desde el Sheraton




En el Aeropuerto Foz de Iguaçu



Volamos de Río de Janeiro rumbo a las Cataratas de Iguazú, el 18 de febrero. Foz de Iguaçu como se les conoce en portugués. El vuelo fue de maravilla y el siguiente destino era atravesar la frontera brasileña, para internarnos en territorio argentino, pues queríamos explorar las Cataratas desde ese lado, ya que todas las guías hablaban que desde ahí se captaban las mejores vistas de las Cataratas.


Recogimos nuestras maletas y buscamos un taxi. El taxista brasileño, que hablaba un español perfecto, nos dijo que no nos perdiéramos el lado de observación de su país, pues ofrecía otra perspectiva. No lo dudamos, pero no teníamos mucho tiempo, por eso sólo nos quedaríamos en el lado argentino.



Llegamos a la Aduana de Brasil para mostrar
nuestros pasaportes. El taxista acompañó
a mi esposo. 




Desde el taxi veíamos la hermosa vegetación de la selva. El sol brillaba y todos estábamos muy inquietos. Ya queríamos llegar al Hotel Sheraton. Aunque la visita a Misiones, sería el día siguiente.





Vegetación del territorio brasileño - argentino




Al llegar a la Aduana de Brasil, mi esposo llevó los pasaportes y nosotras tres nos quedamos en el taxi. El trámite no duró más de veinte minutos. Después continuamos nuestro camino hasta la Aduana de Argentina. Ahí nadie necesitó salir del auto, pues con el servicio de ventanilla, acortamos el trámite de mostrar el pasaporte. ¡Iguazú nos estaba esperando!




En la Aduana argentina



Durante el camino observamos las aguas del Río Iguazú, que iban en su camino de descenso hacía las cataratas. El recorrido es de verdad parte de la excursión.


Unos veinte minutos después, estábamos en el Hotel Sheraton. Este hotel está dentro del parque y le ahorra mucho tiempo al visitante. Eso lo comprobamos al día siguiente, pues al mediodía, nos cayó un aguacero como nunca lo habíamos experimentado. Por suerte pudimos regresar al hotel para cambiarnos la ropa y regresar una vez que la tormenta había pasado.

Nos registramos en el Hotel estaba casi lleno. Casi no obtenemos los dos cuartos de conexión que mi esposo había reservado desde Europa, pero la recepcionista no nos falló y los obtuvimos.

No tuvimos un cuarto con vista hacia las cataratas. Se habían acabado. Nos dieron uno con vista al estacionamiento. Casi perdido en la selva. A la mañana siguiente, vimos tucanes. Solitarios, pero impresionantes con sus picos multicolores. Igual o más bonitos que los de la foto del cereal Frutiloopis o Froot Loops. No vimos changos, pero estaban ahí. Los escuché en la madrugada, entre sueños, jugando con las sillas de la terraza. Como todos los monos que se acercan a la civilización,  eran curiosos y traviesos.


La vista desde el cuarto era verde, de todos los árboles en Iguazú. A la mañana siguiente, nos despertaríamos con la vista de los tucanes. Los vimos lejos, pero aún así pudimos observar sus hermosos picos.





Impresionante esta vista de Iguazú.
Y lo que nos faltaba ver al día siguiente



El día terminó con un recorrido por el hotel, por sus jardines y por la inspección a la alberca del mismo, que visitaríamos al día siguiente, al termino de nuestro recorrido por Iguazú. Esa noche cenamos en el restaurant del Sheraton que estaba abarrotado de visitantes y dormiríamos tranquilos, pues ya estábamos a unas horas de recorrer las Cataratas de Iguazú. ¡Gracias por leerme y hasta el siguiente Aterrizando!

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