sábado, 26 de marzo de 2011

Hong Kong, tercera parte

Se nos hizo el milagro

El tercer día, era nuestro día en Hong Kong. Cuando fuimos de nuevo a desayunar al Cafe Gray, vimos a la ciudad reluciendo, el sol había salido. Se nos hizo el milagro de ver la ciudad con su lado cálido.


Y salió el sol

Ni lo pensamos un segundo y nos fuimos lo más rápido que pudimos al mirador The Peak. El año pasado ya habíamos estado ahí. Y cual fue la sorpresa, que al bajar del taxi, vimos que en la entrada no había nadie. Hace un año, vimos la ciudad con más turistas de China, que se habían quedado en Hong Kong después de celebrar el Año Nuevo Chino. Así es que moraleja, el mejor tiempo para ir a visitar esta ciudad, es como lo hicimos este año, mucho después de las celebraciones.

Esta vez ni hicimos fila. Directo nos subimos al tranvía, que estaba ahí casi sólo para nosotros, a excepción de una una pareja china con los papás de uno de los dos, quienes ya le había echado ojito a las niñas. En el mirador, se tomaron fotos con ellas.

El tranvía llegó

Y llegamos. Fuimos a su mirador y sacamos todas las fotos con sol que quisimos de la ciudad.
Después, nos sentamos a tomar unos jugos y un cafecito y disfrutamos de la vista del sol. Hong Kong, esta vez no nos dejaste ir sin verte engalanado. Y de verdad que es otra vista.

Vista desde el mirador the Peak

El tiempo se nos estaba acabando y regresamos al hotel para empacar. Los días en la ciudad se acabaron para dar paso a una sorpresa más: la visita a Disneyland Hong Kong. Un paseo para las hijas, y también para nosotros. Dejamos la isla de Hong Kong para irnos a la isla de Lantau, en busca de las orejas de Mickey Mouse.

En la próxima edición, les contaré sobre nuestro encuentro con Miguelito y compañía.
¡Buenas noches!


martes, 22 de marzo de 2011

Hong Kong, segunda parte

Caminando hacia el romántico Star Ferry y la visita a nuestro sastre


De nuevo estoy aquí para continuar con la narración de nuestro viaje por Asia.
Quisiera comentar sobre las impresiones del camino hacia el hotel. El aeropuerto de Hong Kong, se encuentra en la Isla de Lantau. Esta, es muy interesante porque además de contar con este medio de transporte y comunicación, ofrece a sus turistas y claro, a sus ciudadanos, dos atracciones: Disneyland Hong Kong y la estatua del Budda gigante.


El teleférico dónde está el Gran Budda: Tian Tan

De Disneylandia, el visitante puede observar sólamente las señales viales desde la comodidad de su auto, en cambio, del Gran Budda (Big Budda), se pueden ver los cables del teleférico que empiezan en la estación del Metro Tung Chung. Es increíble ver este paisaje entre montañas. Eso es Hong Kong, fascinación entre mar, rascacielos y montañas, con el misticismo de la cultura oriental, que se abre hacia el mundo occidental, debido a su condición de excolonia inglesa.


Vista desde el Cafe Grey


Volviendo al tema del segundo día, y después de un reparador sueño, aunque muy corto para su servidora, pues me levante a las dos de la mañana por el cambio de horario, procedimos a desayunar, en punto de las siete de la mañana, hora en la que se abría el Cafe Grey, en el mismo Upper House.

Al llegar, la chica que nos otorgó la mesa, nos preguntó si acabábamos de llegar a la ciudad y si teníamos "Jetlag", por aquéllo de madrugar. Después de pedir las bebidas, las niñas pudieron jugar con unos bloquecitos de madera que representaban cada uno de los edificios más famosos de Hong Kong. Así podíamos nosotros disfrutar de la panorámica desde el restaurant. Ese día estaba nublado. Nuestro deseo era ver la ciudad con sol, pues en nuestro primer viaje, casi la vimos siempre con cielo gris. Habría que rezar un poco.


Nublado,  pero agradable si lo comparamos con el clima de Europa
Parque Harcourt

Después de comer panecillos tostados, pan de dulce, y unos hot cakes, nos fuimos caminando hacia la Estación de Star Ferry Hong Kong Island. Caminamos entre los pasillos del centro comercial Pacific Places. La verdad lo hicieron muy bien, pues se evita caminar entre el tráfico. Después, atravesamos el Parque Harcourt parque y llegamos hacia la misma.


Caminando hacia la estación del Ferry, ubicada en la Isla de Hong Kong


Durante el recorrido por el parque, pudimos ver a varios ancianos practicando el Tai Chi o a familias jugando en los alrededores del Centro de Convenciones. Estaba nublado, pero bochornoso. Había como unos 19 grados, que a nosotros nos sabían como a deliciosos. Para Hong Kong eso era invierno, pues en el verano se alcanzan más de 30 grados, que con la humedad del agua se pueden sentir como 40.


El famoso Star Ferry

El Ferry de Hong Kong tiene un horario maravilloso. Cada cinco minutos llega un barco entre cada estación. Nosotros queríamos cruzar hacia Hung Hom, en la Isla de Kowloon. Toda la nostalgia de la época colonialista inglesa se ve reflejada en sus barcos. Es maravilloso sentarse durante el recorrido, de hecho, es obligatorio, y dejarse llevar entre las olas que casi arrullan. La vista de los dos lados, Hong Kong Island y la península es maravillosa. Especialmente durante la noche. A las ocho en punto todos los rascacielos de la ciudad se engalanan con un espectáculo de luces y de láser (más o menos como el del Faro del Comercio, de Monterrey, cuando las había). Es como si en ese momento, la ciudad bailara.


Y llegamos a tierra. Es muy interesante ver la estación y observar todas las máquinas expendedoras que tiene por ahí. Desde venta de fundas para el celular, bebidas, hasta paragüas. Yvaya que sí son práticas.


Creaciones del diseñador Ermenegildo Zegna


Entonces, iniciamos nuestro camino por las calles de la ciudad para llegar a Raja Fashion, una compañía de sastres que hacen sus creaciones a la medida. Aunque casi cuestan lo mismo que en Europa, los trajes en Hong Kong son a la medida y a mejores precios que las marcas de alta costura, como Ermenegildo Zegna. Raja le produce trajes al mismo.

El año pasado estuvimos ahí. A mi esposo le terminaron dos y a mi unos vestidos de seda. La seda es de muy buena calidad, y no se le va el hilo. De verdad que los sastres chinos son estupendos. Quien no ha escuchado sobre la famosa seda china. Basta ya de publicadad, pero qué puedo decir, recomiendo verdaderamente la compañía pues los trajes de mi esposo están enteritos.

Tranvía de Hong Kong

Después de que le tomaran las medidas a mi esposo, nos fuimos. Esta vez fue imposible para mí la confección de un vestido, pues no estaríamos más de 5 días seguidos en Hong Kong. Ni hablar, será para la próxima. Mi esposo tuvo la ventaja de que el harían el mismo modelo de traje, por eso, no era necesaria una prueba.
El siguiente paso era buscar una estación de Metro y comprar nuestros boletos de transporte público, Octopus, para viajar por todo Hong Kong.

La comida china: el arte de la tentación, pero saludable

Una vez comprados los boletos, regresamos al hotel de nuevo con el Star Ferry. Había que dormir unas dos horas para reponer nuestro sueño. ¿Que por qué era urgente dormir? Pues porque nuestra pequeña hija se quedo dormida mientras probábamos unos Dim Sum en el restaurant Jade Garden.

La primera comida china del viaje

Esas anécdotas con los hijos. Primero dijo que no tenía hambre. Después, se le fueron cerrando los ojitos y definitivamente la tuve que cargar pues amenazaba en desplomarse en cualquier momento. Todo eso ante los ojos asombrados de una familia china que primero tuvo que ver cómo nos las arreglábamos con los palillo. "Es el cambio de horario", les aclaraba. Ellos, como la mayoría de los habitantes de Hong Kong, muy sonrientes y abiertos con nosotros los extranjeros.
Desde entonces, le decimos a nuestra segunda hija Dumpling, por aquéllo de la dormidita. En el menú del restaurante Jade Garden, también había Dumpling, además de Dim Sum. En tu honor, mi Dumpling.

Por suerte caminamos, pues lo único que nos esperaba esa tarde de Hong Kong, era su lado culinario.


El famoso pato pequinés, platillo predilecto de nuestras hijas

Después de la siesta, que duró dos horas, nos despertamos por la alarma que puso mi marido y nos dirigimos al Peking Garden, restaurant hermano del Jade Garden, en el Pacific Center y nos dispusimos a disfrutar del Pato Pequinés, la verdadera especialidad de Asia. Y claro, de nuestro segundo platillo favorito desde la primera visita: camarones con chile. Los camarones fueron para mi esposo y para su servidora, pero nuestras hijas, devoraron el pato.  ¡Casi no le dejaron al papá¡


Los famosos camarones: Sólo para mí, y bueno, para mi esposo

El tercer día en Hong Kong nos esperaba con algunas sorpresas, como la experiencia de su mirador the Peak y otra, en especial para nuestras hijas.

Esto se los contaré en el siguiente Aterrizando. ¡Buenas noches!

domingo, 20 de marzo de 2011

Hong Kong: una mirada hacia el futuro

Normalmente pensé en escribir este blog, sobre los viajes pasados, pero no puedo dejar de pasar más tiempo para contarles los detalles de nuestro último paseo, aprovechando que tengo dos días de haber regresado a Basilea. Las viviencias están calientitas, como si fueran un pan recién horneado.

Viajamos a Hong Kong. Esta es la segunda vez que visitamos una de las ciudades más modernas de Asia. La primera vez la visitamos en febrero del 2010, justo cuando acababan de pasar las celebraciones del Año Nuevo Chino. Esta segunda vez, la ciudad nos cautivó de nuevo.

La aventura comenzó el 4 de marzo, justo cuando Janina había terminado sus actividades del jardín de niños, y empezaban las vacaciones de la temporada del Carnaval en Basilea (Fasnacht). Era viernes. Por suerte, ella vivió muy intensamente las actividades y un día anterior, había participado en su desfile de Carnaval, Fasnachtumzug, como se le llama en alemán. Así es que sin mala conciencia por perdernos esta actividadad, nos fuimos a la ciudad alemana de Múnich, para de ahí salir rumbo a Asia.


Mi hija mayor, segunda de izquierda a derecha, en su desfile del Carnaval, un día antes de viajar. Todos hicieron sus máscaras y disfraces. Increíble. Sus maestras son unas auténticas admiradoras del Fastnacht.  ¡Felicidades! *


En el aeropuerto de Basilea, el empleado de Lufthansa, nos informó que probablemente no podría viajar, pues com mexicana necesitaba una visa. Nosotros habíamos investigado bien, y ya había ido el año anterior. Finalemente, revisó bien y nos dijo que no había problema. Así, sin problemas, las maletas se fueron y nosotros teníamos los pases de abordar hasta Hong Kong.

En Múnich, Alemania, partimos a las diez de la noche. Una hora más tarde, nuestras dos querubinas se habían quedado dormidas. Después de ver la película "el discurso del rey" (the King's speech), dormimos también. Esa es la ventaja de un vuelo en la noche. No siempre se puede escoger, pero es muy recomendable viajar a esta hora.

Y llegamos a Hong Kong. Todo el vuelo estuvo súper tranquilo. Los pasajeros, compuestos entre europeos, asiáticos y esta mexicana, ignoro si iba otro latino, disfrutamos ese viaje. La diferencia entre las pantallas individuales y las colectivas es enorme. En ese vuelo de Lufthansa, hasta las niñas pudieron ver sus caricaturas y jugar vídeojuegos. Viva la individualidad y los vuelos nocturnos.

Fue muy agradable volver a ver las instalaciones del Aeropuerto Chek Lap Kok. En ese momento, las filas de migración no fueron largas y de nuevo fuimos "escaneados" por los empleados, quienes se aseguraban de que nadie llegara a Hong Kong con fiebre. Todavía hay que recordar el caso de la fiebre A1H1. La pregunta para nosotros en ese momento era : y si tienes gripe, ¿qué pasa? Mejor no averiguarlo, se los aseguro.

Las maletas llegaron y alguien del hotel nos estaba esperando.
Salimos al estacionamiento y una suave brisa de 18 grados acarició nuestras mejillas. Ah, que bello es distanciarse un poco del invierno en Europa. ¡Buenas noches Hong Kong! Eran las cuatro de la tarde. Todavía teníamos un poco de tiempo para ver la ciudad antes de ir a dormir. Y eso sólo era posible porque dormimos en el vuelo.


Vista desde el cuarto

Llegamos al hotel Upper House, situado en la parte de la Isla de Hong Kong. Después de un rápido regaderazo, nos fuimos al Centro Comercial Pacific Place, que está frente al hotel y todos emocionados, preguntamos por una mesa en el restaurant Pekin Garden, porque deseabamos probar el Pato Pekin de nuevo. Era sábado en la noche, y la espera duraría hasta las ocho y media. Una verdadera pena, pero la cena china tendría que esperar hasta el domingo. Buscamos otro restaurant en el centro comercial, pues no queríamos alejarnos del hotel y llegamos hasta el restaurant italiano Domani. No necesitabamos pasta, pero el antipasti, la lasaña y el risotto estuvieron maravillosos. Un autentico sazón de Italia, confirmado por la degustación de sus capuchinos.

Un capuchino en Hong Kong

Así terminaba esa noche. Las hijas estaban muy emocionadas y de buen humor. Nos dormimos a las diez de la noche y despertamos a las cuatro de la mañana. Nos fuimos a desayunar a las siete de la mañana al restaurant del hotel Cafe Grey, y la chica nos pregunto si teníamos problemas con el cambio de horario. Eramos los únicos. Disfrutamos un rico desayuno encabezado por unos hot cakes, que probamos el año anterior. Así comenzaba el primer día.


Buenas noches, nos vemos mañana


Caminando hacia el romántico Star Ferry y la visita a nuestro sastre

Este tema, se los platicaré la siguiente ocasión. Ahora mismo son las nueve y media de la noche y pronto tendré que ir a la cama. Llevamos dos días durmiendo temprano. Es la primera vez en mucho tiempo que no tenemos cambio de horario. El regreso nos ayudó, porque llegamos a las once de la noche a Basilea.
Buenas noches, que tengan dulces sueños y pronto les seguiré contando.

* Nota, el personaje que representaron todos el grupo del jardín de niños de mi hija, se llama Waggis.