domingo, 26 de mayo de 2013

¡Diciéndole adiós a Sydney!



Los visitantes del zoológico le dieron muy
buenas ganancias a la tiendita. Por suerte 
la lluvia cesó pronto


El 16 de febrero, amanecimos por última vez en Sydney. Era nuestro último día en esta ciudad. A la mañana siguiente, nos esperaría el viaje a las Islas de Fiji.

Pero ese día lo teníamos que aprovechar al máximo. Por eso, nos decidimos ir con nuestras hijas al Zoológico Taronga, que nosotros conocíamos de nuestro viaje a este continente hace 12 años.


Un koala del Taronga

Después de desayunar, nos fuimos caminando hasta el embarcadero llamado Circle Quay. De ahí salen todos los barcos tipo Ferrys a diferentes destinos. El nuestro era el Taronga Zoo.

Fue bonito viajar en barco de nuevo y dejar a lo lejos la Opera. Llegamos al zoológico. Desembarcamos con una súper lluvia. Págamos nuestros boletos de entrada y se nos ocurrió entrar a la tienda de recuerditos del zoológico, para esperar a que se quitara el aguacero.


¡Ellas tienen la vista de la Opera y del Puente Harbour!


Lo poco que pudimos ver desde la entrada hasta la tiendita, nos dejó anonadados. De verdad que habían renovado el zoológico. Nuestra visita anterior, fue en el 2001
Nos dio mucho gusto llevar a nuestras hijas a este paseo por el zoológico de Sydney.

En la tiendita se formaron colas para comprar impermeables y sombrillas. Ese día fui una víctima de la Ley de Murphy, porque no me quisé llevar los impermeables de las niñas. Sydney había amanecido con un cielo azul y despejado. En el transcurso de la mañana fueron formándose las primeras nubes.



Hora del baño


Nosotros sólo compramos una sombrilla y unos sellitos de animales australianos para las niñas. Yo había comprado un día anterior un impermeable por 5 dólares. Y en efecto, la lluvia cedió y pronto pudimos pasear por el zoológico sin lluvia.

Lo primero que visitamos fue el área de koalas, que no se podía comparar con el Parque de Koalas que habíamos visitado en Brisbane. Seguimos visitando el área de leones, quienes estaban dormidos, de cebras, y llegamos al área de un dragón del komodo, llamado también monstruo de komodo. Es unsaurio que proviene de Indonesia. Y en verdad que es un monstruo. ¿Se acuerdan de la última película de James Bond, Sky Fall? Pues en esta, un dragón se come a un chino en un casino clandestino en Macau, Hong Kong.


¡Adiós Taronga!


Ver a ese animal nos impresionó mucho, y de verdad que no quisiéramos encontrarnos a uno suelto por ahí. En Indonesia se reportan ataques de estos animales a personas. ¡Qué miedito!


Pues pasando a otros temas más positivos, les cuento que vimos a unas cabritas bellas. Comunes y corrientes, pero que tenían una vista de princesas. Nada más y nada menos, que de la Opera de Sydney.  Ellas son los animalitos más visitados del Zoológico Taronga. ¡En verdad que las envidiamos!


Ahora, a esperar el Ferry de regreso


Casi para terminar con nuestro recorrido, visitamos la sección de elefantes. No nos encontramos con muchos visitatantes, y esto nos permitió ver de cerquita, la hora del baño de estos mamiferos. Los bañan en sus jaulas y los encargados son muy cuidadosos. Nunca permanecen cerca de ellos, dentro de las jaulas. Fue una experienca indescriptile ver cómo los elefantes disfrutan esta rutina matutina que además es una manera de interacción con los encargados del zoológico. En esta actividad, también hay un tiempo dedicado al cepillado y a ciertos cariñitos que los emplados les hacen. Por supuesto, el cepillado de sus colmillos, es una acción incluída en esta actividad.



¡Llegamos al Darling Harbour!


El tiempo se nos estaba acabando y terminamos de nuevo en el embarcadero de los Ferrys. Nuestra última visita, fue el área de pinguinos. Una construcción maravillosa.

Nos embarcamos con destino al Circle Quay, y de ahí caminamos hasta la Plaza de Martin, Martinsplace, buscando comer comida mexicana en el restaurant Guzman y Gomez, sin acento, que habíamos conocido en Brisbane, pero que no habíamos podido visitar.

¡Y estaba cerrado! Al parecer, el Martinsplace es un área empresarial, con mucho movimiento los días laborales, pero cerrada los fines de semana. ¡Ah qué decepción! Nuestra última oportunidad nos tocaría de nuevo en Brisbane, después de la visita a Fiji.



El orgullo suizo


¡Deliciosos postres, dignos de hacernos caminar de regreso!


Ante esta desilusión, decidimos ir a comer al  Puerto Darling, que habíamos visitado un día anterior. La lluvia nos dejó descansar y llegamos hasta el área de restaurantes. Encontramos el restaurante Tokio Hotel, y nos sentamos en una mesa afuera del local. Esta vez probamos nuevas ensaladas. Nuestras hijas tuvieron ganas des espagueti.
Era sábado y la gente aprovechaba su día libre para mezclarse entre los turistas del Puerto.


La primera boda que nos encontramos en el camino


Antes de regresar caminando a la ciudad, tomamos un postre en un café. No fue en un café australiano, fue en un café de chocolates suizos Lind. En ninguna ciudad suiza encontraremos las delicias que probamos ahí. Parece ser que esta compañía suiza está enfocádose a los mercados internacionales.

En este Cafe Lindt, encontramos helados basados en los productos Lind, que no existen en Suiza. El visitante puede comprar chocolates de diferentes ingredientes por gramos. Nuestras hijas pidieron una bolita de helado, Mi marido se decidió por una Copa Dinamarca, que consiste en helado de vainilla, con salsa caliente de chocolate, un postre suizo típico por excelencia.


Vista desde The Observatory


Mi postre fue un waffle con salsa de chocolate. ¡Y estuvo maravillosa! Si existe un paraíso culinario este fue. Mi ensalada ligera, me ayudó a saborearlo. ¿Y la mala consciencia? Para nada, porque regresamos caminando a la ciudad.


Boda en el Parque Observatory


El clima se había mejorado y la lluvia se fue a otra ciudad australiana. En el camino, vimos a una familia, haciéndose fotos, cerca de el Observatorio, el parque al que iríamos. Seguimos caminando por las calles tranquilas al otro lado del Circle Quay y llegamos al Observatory Park, que ya habíamos conocido en nuestra anterior visita.



Antiguas casitas en The Rocks

En este lugar, nos tocó ver a un suizo barbudo, que contaba su historia como emigrante a otros australianos, mientras paseaba a su perrito.  Después, nos sentamos en una cómoda banca y observamos el Puente Harbour desde ahí, a lo que siguió una sesión fotografica, porque encontramos que la luz era  maravillosa.

Al mismo tiempo fuimos testigos de una boda. Los novios estaban a un par de metros de nosotros y estaban a punto de casarse en este parque. ¡Una bella experiencia! ¡Con esa vista de la ciudad!


Panecito de Face Pie


El hotel ya no estaba muy lejos de nuestro camino. Pasamos por la región de The Rocks y fotografiamos algunas casas antiguas de la ciudad. Esta región es famosa por sus restaurantes y bares. Finalmente, llegamos de nuevo cerca del Circle Quay y compramos unos famosos pays salados estilo inglés, en la cadena Pie Face. A nuestras hijas les encantaron los pays. No sabemos si fue por su sabor, pero de seguro por sus caritas, porque cada pastelito salado tiene una cara dibujada en la tapa del pay. Cada pieza es única y ninguna sonrisa es igual a otra.


¡Así vimos por última vez la Opera!


Esa sería nuestra cena. Esa noche no cenaríamos afuera, porque tendríamos que empacar y dormir temprano. A la mañana siguiente nos esperaba el aeropuerto para ir a Fiji. Dejamos el hotel a las seis y media de la mañana, para estar a tiempo. El vuelo a Fiji era a las nueve de la mañana.

Esta visita se las contaré en el próximo Aterrizando. ¡Les deseo un feliz domingo y muchas gracias por leerme!





domingo, 5 de mayo de 2013

Sydney: razones de su belleza turística


¡Hola, espero estén pasando un feliz domingo en donde quiera que estén! Ahora les quiero presentar nuestro segundo día en la ciudad de Sydney.


Caminito a la Opera House


Como siempre, fui la primera en despertarme. Mi esposo y nuestras dos hijas dormían y a mí me tocó ver la Opera House y el Puente Harbour bajo un cielo ligeramente gris. Era la mañana del 15 de febrero y las vacaciones continuaban.

Después del desayuno en el Hotel Quay West Suites, nos fuimos a caminar por el típico paseo turístico en Sydney: el Circular Quay. De este puerto salen las embarcaciones de Ferrys a diferentes puntos de la ciudad y a donde llegan también cruceros. Como ese día en la mañana, que apreciamos desde el cuarto del hotel.



Obra arquitectónica del danés J.  Utzon



Para hacer tiempo a que se quitará la lluvia que nos sorprendió desde que salimos del hotel, visitamos un café abajo de la Opera House, en dónde vimos a todos los turistas, dispuestos, como nosotros, a recorrer cada rincón de la ciudad.



Panorámica desde el Jardín Botánico



Aprovechamos también y visitamos la tienda de regalos de la Opera, en dónde las niñas le echaron el ojo a dos recuerditos de la ciudad. En nuestra primer visita, compramos la Opera en miniatura. Así es que nuestra compra no fue exagerada.



El Jardín Botánico: Un oasis en la ciudad, aunque
se escuche cursi. Y además, salió el sol




El siguiente punto a visitar en este paseo matutino fue el Jardín Botánico Royal de Sydney, que tan bien tenía en la memoria, de mi primer visita a esta ciudad. Un típico jardín al estilo inglés y en medio de la ciudad. Esta vez nos hicimos unas fotos en la famosa Silla de Macquarie, llamada así en honor de la esposa de Lachlan Macquarie, un gobernador de la provincia del Sur de New Wales. Uno de los pioneros de este continente. La silla forma parte de una elevación natural en este parque. Desde ahí se tiene una panorámica hermosa de la Opera y del Puente Harbour.



Martin Place

Seguimos el camino por el parque y llegamos al área empresarial de Sydney, en un lugar llamado la Plaza de Martin. Martin Place. Ahí encontramos un restaurant y vimos a los oficinistas en su hora de comida. Todo esto en medio de un hermoso clima veraniego.

Queen Victoria Building



Al terminar de comer, visitamos dos centros comerciales. Primero, fuimos a The Strand y al final, al Queen Victoria Building. De ahí, recibí un bonito regalo del día de San Valentín que me hizo mi esposo. Un nuevo monedero de la marca italiana Mywalit. Me gusta mucho, por sus colores y porque se puede usar también como bolsa. Me enamore inmediatamente de él.



Su Monorail

El Darling Harbour fue nuestra siguiente visita, y para llegar hasta allá tomamos el metro, llamado en Sydney Monorail. Este puerto es una visita obligatoria para todos los turistas de Sydney. Ahí se encuentran también tiendas, restaurantes y cines. En el puerto nos refrescamos con un delicioso helado y visitamos una farmacia.



Darling Harbour


De regreso a la ciudad, tomamos un barco Ferry. Con este paseo nos maravillamos de la vista al llegar al Circular Quay: la Opera y el Puente Harbour. Lo que seguía en el programa era un merecido descanso en el hotel.  Después, nos pondríamos guapos para ir a cenar al Restaurant Doyle, con una hermosa vista de la Opera House.


Uno de los diferentes Ferrys de Sydney


Y el crucero que en la mañana llegó y que tapaba la Opera House, se fue. Por eso, tuvimos una deliciosa cena a base de pescado contemplando la belleza arquitectónica de la Opera. En nuestro primer viaje también habíamos visitado este restaurant. Nuestras hijas disfrutaron de su pescado empanizado con papás fritas. Fish and Chips, como mejor se le conoce en Autralia.



Vista de la Opera House desde el restaurant Doyles
en Circular Quay de la ciudad


Antes de terminar el día, nos tomamos unas fotos familiares frente a la Opera. Con una bella luz del atardecer en este continente. Caminamos de regreso al hotel y nos preparamos para el siguiente día, del cual les contaré en mis siguiente Aterrizando. Por lo pronto les deseo un feliz domingo y una buena semana. ¡Hasta pronto y muchas gracias por leerme!