sábado, 28 de julio de 2012

Casi durmiendo en el Templo del Alacrán


De regreso a Cancún, a México. Bueno, en el relato, porque hoy cumplimos una semana de haber regresado. Lástima, se acabaron las vacaciones, pero continúan los recuerdos en este relato de Aterrizando y en la mente vamos planeando la siguiente visita.



El Templo del Alacrán, a un lado del Hotel Westin Lagunamar


A diferencia de otros viajes a Cancún, éste sería únicamente para ver a la familia de Monterrey, y claro, para descansar y disfrutar de la playa mexicana. En Cancún y sus alrededores hay tanto por hacer, pero desde la planeación de este viaje relámpago a México, algo diferente a la vida playera y de alberca no estaba contemplado. Seguro en nuestra próxima visita, que ya estamos contemplando para el verano del 2013.


Casi viviendo en la ruina

Hace ocho años hicimos lo mismo. Tranquilidad, porque estaba embarazada. Nos la pasamos de la playa a la piscina y recorriendo algunos lugares de Cancún. Por suerte, en nuestro viaje de luna de miel, conocimos los lugares turísticos de la rivera maya. Akumal, Playa del Carmen, Tulúm y la ciudad de Mérida, sin olvidar Chichén Itzá.


Hermoso su mar



Este viaje fue casi como en mi embarazo, como les comenté. Era una prueba de reunión familiar, y funcionó muy bien. Realmente no anduvimos de un lado a otro. Descansamos y disfrutamos de la playa y de las instalaciones del hotel. Nos cargamos de sol y especialmente, disfrutamos del verano de México, porque el verano de Europa, se ha ido de vacaciones. En Basilea hemos tenido bonitos días veraniegos, pero no tantos, como en otros años. Todavía no perdemos las esperanzas de que regrese por más tiempo. No debo de quejarme, porque los últimos dos días han sido maravillosos. Hemos ido a una piscina cerca de la casa, pero nada se le puede comparar con el mar de Cancún. A las niñas les pareció fría el agua de la piscina del balneario de Sankt Jacob. No las culpo. Como Cancún no hay dos.



Toda una experiencia para las hijas y sobrinos.
Y para nosotros también


Volviendo a las instalaciones del hotel, en esta visita descubrimos la ruina arqueológica del Templo del Alacrán, Yamil Lu´um. Dice la descripción del mismo, que se le ha dado este nombre, porque cerca del altar se encontró una figura del mismo animalito.

Si el descubrimiento hubiera sido la mañana en que lo conocimos, yo le hubiera puesto el templo de la iguana, porque no muy lejos de la plataforma del mismo, nos encontramos un animalito de esta especie tomando el sol, bien cómodo. Al parecer era la mamá de otros dos que vimos por ahí.



Me parece maravillosa la tarea de protección en este hotel


Realmente esta experiencia fue para nuestras hijas y nuestros dos sobrinos, maravillosa. Y claro, también para nosotros los adultos. Si bien es cierto que Cancún es un complejo turístico moderno, es agradable ver que la naturaleza está en los alrededores. Nos gustó mucho también encontrar en la playa del hotel Westin Lagunamar, un área de protección para las tortuguitas marinas. En un cerco se encuentran los huevos de las mismas. En un folleto especial que encontramos en el cuarto del hotel, se le pide al turista que no las moleste. Sobre todo que no utilice el flash cuando éstas han roto el cascarón y dirigen su camino hacia el mar por la noche. Nuestras hijas y sobrinos no vieron las tortuguitas en su recorrido nocturno, pero la experiencia estuvo muy latente al ver el área dónde las cuidan.


Tuvimos nuestra piñata

El Hotel Westin está muy orientado para las familias. Desde temprano se puede llevar a los niños a eventos como clases de español, decoración de quequitos, de camisetas, explorando con las iguanas, paseos por la playa y otro sin fin de actividades, que los niños pueden realizar mientras sus papás van de compras o descansan en la playa. Las nuestras no quisieron experimentar ninguna actividad porque para ellas estaba muy claro que querían nadar y platicar con la familia. Pero necesito decir que es una súper ayuda para los papas y una súper opción para que los niños no se aburran. Si acaso les llega a suceder. Más bien es para la comodidad de los papás, quienes incluso se pueden ir a cenar solos.



¡Dale, dale, dale ...!


Obviamente el hotel ofrece otras actividades para grandes como cursos de cocina mexicana, torneos de golf para mujeres, clases de salsa, juegos acuáticos, paseos turísticos, compras en los mercados, lotería. En fin, nadie se aburre en este hotel, si el descanso playero toca a la puerta.

Pero lo que nos llamó la atención desde el primer momento, fue la Fiesta Mexicana con piñata. Todos los miércoles por la noche, el restaurant Oceáno organiza una noche de antojitos mexicanos, con mariachi y con una piñata. Ese miércoles cenamos con mi familia. Para mí fue muy agradable comer la comida típica de México como mole, tamales, tacos de res, pescado a la veracruzana y nopalitos, entre otros. A mi esposo también le gustó mucho volver a probar la comida en mi país de origen y a mis hijas les fascinó. Es bonito comerla en casa, pero se disfruta diferente en el país de origen. La mayor adora desde entonces los tamales. Además, que tuvimos la oportunidad de comer tamales cien porciento regiomontanos porque la abuela nos trajo para cenar el primer día en que llegó a visitarnos.



Paraíso mexicano



¿Y qué decir de la piñata, nuestras hijas y sobrinos también la disfrutaron con los tradicionales dulces mexicanos como Sonrics, que pintaron sus bocas y lenguas de azul turquesa como el mar de Cancún? El viaje nos estaba sentando de maravilla. Exactamente la combinación que esperábamos. Vacaciones, tradiciones mexicanas y familia. Con un elemento extra, que es la playa. Más no podíamos pedir.

Bueno, se hace tarde y tenemos que ir a cenar. Pasearemos por la ciudad, pero en el siguiente Aterrizando les contaré más sobre el encuentro familiar y otros detalles de nuestra visita. Que tengan un bonito domingo y un hermoso inicio de semana. Nos vemos en el próximo Aterrizando.

domingo, 22 de julio de 2012

Nuestra cumbre familiar en Cancún

En este Aterrizado haré una pausa de mi narración sobre Kuala Lumpur, para contarles nuestro viaje relámpago a Cancún, la bella playa mexicana.

Acabamos de regresar el viernes 20 de julio, tras una semana de vacaciones. Salimos rumbo a Frankfurt el 12 de julio por la tarde. Manejamos desde Basilea hasta un hotel en la cercanía del Aeropuerto de Frankfurt. El Mercure.  Ahí dormiríamos una noche, para viajar por la mediodía  del 13 desde esta ciudad en Alemania.  Gracias a Dios todo salió bien y llegamos ya casi por la noche.

Mi esposo escogió viajar gran parte del trayecto por el lado francés, pues era viernes y el tráfico por las carreteras alemanas es de sobra conocido. Además en vacaciones, es mejor adelantarse. No quisimos salir el jueves por la mañana desde Basilea, por el temor de perder el vuelo. Nunca se sabe en las carreteras.

Esa noche dormimos y al día siguiente empezaba nuestro camino hacia México.


Su servidora rumbo a México


Volamos con un charter de Condor, una línea de Lufthansa. Esta vez reservamos los asientos con el programa Economic Premium, y fue muy cómodo, pues estos lugares ofrecen más espacio que los asientos normales de la clase Económica. Durante las once horas de vuelo, todos nos ocupamos leyendo y con otras actividades. Yo leí un libro del psiquiatra francés Lelord, el viaje de Héctor o el secreto de la felicidad. Totalmente recomendable. No lo dejé hasta que llegue a la página final. Me tuvo picada desde principio a fin.


Un viaje mexicano con pausa de más de tres años

Desde que me casé hace casi quince años, siempre he ido a Monterrey, de dónde soy originaria. Nacieron mis dos hijas y lo seguí haciendo. Ellas conocen desde muy chiquitas lo que es viajar en avión y se han acostumbrado muy bien. La mayor viajó a Monterrey cuatro veces, y la chiquita tres. Las últimas vacaciones de playa las pasamos en Puerto Vallarta. Desde hace más de tres años, que ninguno de los cuatro habíamos regresado a Monterrey, debido a la situación de inseguridad que se vive en el país y en  este estado del norte. Mi mamá nos visitó en tres ocasiones en Basilea, Suiza, por suerte.

Este viaja relámpago a Cancún, fue la mejor alternativa para volver a nuestro país y para ver a nuestra familia en Monterrey. En mayo de este año, empezamos a calentar motores y a buscar vuelos. Encontramos esta opción de Condor desde Frankfurt. Lástima, no encontramos buenos precios, porque ya estábamos muy tarde en la búsqueda. Pero aún así, estuvimos contentos de encontrar esta opción de la aerolínea alemana.

A principios de junio, encontramos nuestra opción de hotel en Cancún. El Westin Lagunamar Ocean Resort, del cual les contaré más adelante y con el que estuvimos muy contentos.

No niego que me hubiera gustado viajar a mi ciudad de origen, Monterrey, de ver al resto de la familia, a amigos, sus calles, probar su comida, visitar sus lugares turísticos, ver cómo ha cambiado en estos tres años, pero por el momento, estaba súper feliz de viajar de nuevo a mi país y mostrárselo a mi familia, además de ver a mis familiares. Cancún era el punto perfecto para reunirnos. Era nuestra Cumbre Latinoaméricana Familiar.

El viaje en avión fue relativamente rápido. Uno se va acostumbrando y con el tiempo le vas viendo las ventajas a los vuelos trasatlánticos. Nuestras hijas no protestaron y puedo decir que les gusta volar. Desde chiquitas jugaban con el avión de Playmobil. No se fastidiaron y llevaron su maleta de Minnie Mouse llena de libros y otras cosas para entretenerse. Además, teníamos el IPad y bueno, esto también es garantía de entretenimiento, sin que sea comercial.

Sobre la sección de Entretenimiento de Condor, qué les puedo decir. La mayoría de las películas las había visto durante el vuelo a Asia con Emirates. En pantallas personales. Condor, en cambio, tenía las famosas pantallas comunitarias en el avión. La grande, en el centro del avión y las pequeñas distribuidas en las tres filas de la cabina.  Pero no me quejo. Por suerte tenía mi libro de Héctor.

¡Llegamos! Fue hermoso ver desde la ventana de nuestros asientos, la rivera maya. Mis hijas maravilladas. Hasta ahora, nuestro viaje relámpago estaba funcionando muy bien.


¡Tantos europeos visitando México!

Durante el vuelo de Condor, pude constatar que no sólo alemanes viajaban rumbo a Cancún. Vimos holandeses, suecos y polacos. Y también italianos en el aeropuerto.  Me dio muchísimo gusto que los turistas no dejan de llegar a este destino mexicano.

Bajamos y pasamos por Inmigración. Después fuimos a recoger las maletas. Al llegar al módulo del Semáforo, el encargado nos saluda en italiano, pues en ese momento, también había aterrizado un vuelo de este país. Nosotros hablamos español, le conteste y le dimos los buenos días. ¡Nos tocó luz verde! Adelante, rumbo al hotel.


Nuestro primer amanecer en el Westin Lagunamar


A la salida del aeropuerto, encontramos al empleado encargado que nos llevaría al lugar dónde una camioneta del hotel nos recogería. Un chico de Baja California que nos platicó sobre el turismo internacional que llega a Cancún. Estaba feliz de trabajar en en esta playa y de conocer tanta gente. Además, sorprendido porque mi esposo hablaba español. ¡Claro!, le dije, habla español norteño como yo. Le agradecí el piropo de que seguía hablando tan norteña como antes. ¡Ajúa!

Nos subimos a la camioneta y el conductor nos fue mostrando la transformación de Cancún. Después de casarnos, nos fuimos de luna de miel por la rivera maya y también viajamos a Chichén Itzá. Después, regresamos cuando estaba embarazada de mi primera hija. De esto hace ocho años. Cancún estaba cambiadísimo, especialmente después de la reconstrucción del huracán Wilma.

Nos dio mucho gusto ver la avenida Kukulcán transformada en paseo ciclista. Vimos los nuevos hoteles, pero también algunos que todavía presentan el abandono del huracán. Y claro, el color azul turquesa del mar del Caribe.


Ya estábamos bajo el cielo mexicano


Llegamos ya al anochecer y sin ningún contratiempo al Hotel Westin Lagunamar. Nos instalamos en el lado nuevo del hotel. Curiosamente, hace ocho años nos hospedamos en el mismo. Entonces, era el Sheraton. Hoy Westin. Una parte del Sheraton se quedó igual, pero bajo el nombre de Hotel Park Royal. Todavía en el diseño de pirámides. La otra parte del hotel, se demolió para dar parte al Westin. Este hotel nos gustó, en primer lugar por su piscina principal, porque nuestro plan era quedarnos la mayor parte del tiempo en este hotel. Además, tiene cuartos estilo Villas, con cocineta incluída, muy cómodas para familias. Nos hospedamos en una villa del edificio once, en la habitación tres del piso cinco. Con una hermosa vista al mar y a la piscina pequeña. Mi familia se quedó en dos cuartos del edificio número cuatro. A ellos les tocó la vista de la súper piscina. Ellos llegarían el sábado.

Eran las diez y media de la noche, cuando nos dormimos. La ventaja del cambio de horario, es que durante nuestra estancia en Cancún, despertamos muy temprano. Ideal para ver los amaneceres del Caribe. Esa experiencia es inolvidable y espero hacerla siempre que viaje. Darle los buenos días al mar de Cancún. Y al que madruga, Dios lo ayuda, de verdad, porque se tiene una garantía de pescar los mejores camastros de la piscina.

La separación de lugares en la piscina está prohibido, como casi todos los hoteles de playa por el mundo. Los típicos turistas que se levantan temprano, ponen sus toallas, se van y regresan por la tarde. Esto también está prohibido en el Westin, pero se hace. Desgraciadamente, me tocó ver a un empleado del hotel, reservando lugares para otros huéspedes. Un poco triste.


La playa en espera de sus visitantes

Pero no más quejas por favor. Las vacaciones estaban empezando en nuestro México querido. Después de ver el amanecer y de arreglarnos, nos fuimos a desayunar al restaurant Oceano, en el mismo hotel. Ya quería probar unos huevos revueltos con salsas mexicanas y tortillas. Pero antes, nos fuimos a caminar por el hotel con los primeros rayos del sol. ¡Buen provecho! Una hora después, ya estábamos en la piscina y en la playa.

De nuestro segundo día en Cancún, les hablaré en el siguiente Aterrizando. Por lo pronto me voy, tengo que arreglar la ropa de mis hijas. Mi marido y yo ya terminamos con la nuestra. Esto también es parte del viaje. Les deseo feliz domingo y una buena semana. Nos vemos en la siguiente edición de Aterrizando.

miércoles, 11 de julio de 2012

Despidiéndonos de los espíritus balineses

A lo lejos, se ve el pescador 
Playa de Ungasan



Todo lo que empieza acaba, y esta visita en Bali no fue la excepción. Después de la cena de aniversario y la visita al spa, el penúltimo día en esta isla de Indonesia estuvo compuesto por la visita a la playa.


Desde la playa, se podía ver nuestro cuarto



 Para esto, bajamos las escaleras, pues el Hotel Banyan Tree está localizado en una montañita. Nuestra habitación, estaba en el mirador. 

¡Ah, qué tranquilidad!

En la playa nos sorprendió su altar a los espíritus. Bien arregladito, y con las típicas ofrendas.  Las niñas pudieron jugar con la arena, gracias a los accesorios playeros que el hotel les prestó. Mientras ellas jugaban, mi esposo y yo descansamos en las sillas reclinables, viendo a los pescadores buscar en sus redes, la pesca del día. Ya estaba bajando la marea y los arrecifes se podían apreciar también.


Una cuevita 


Después, recorrimos un poco la orilla y apreciamos las cuevas en la playa.  Tuvimos una tranquila cena, y lo que seguía era empacar para nuestro siguiente destino, Kuala Lumpur, en Malasia.


Las hijas se divirtieron buscando conchitas, pero no se las llevaron


A la mañana siguiente, el transporte hotel-aeropuerto nos estaba esperando. Estuvimos un rato en el vestíbulo del hotel y nuestra pequeña capturó el corazón de uno de los empleados. Tenemos una foto de nuestra hija con él, Andi, en brazos. Un chico de una sonrisa envidiable.


Durante el camino, mis ojos iban capturando las últimas imágenes de la isla. Esculturas, vegetación, gente, en fin, me quería llevar todo grabado como recuerdo de nuestra estancia en esta isla.


En la sombrita

Una compañerita del jardín de niños de mi hija menor, es indonesia. Su papá me dijo cuando le conté que ibamos a ir a esta isla, que una vez que se visita Bali, siempre se quiere regresar. Le dije que sí, totalmente, cuando me lo encontré de regreso en Basilea. Espero volver un día a esta isla y seguir conociendo un poco de su cultura, mitos y saborear de nuevo su deliciosa comida. En especial, el tamal de atún.  Les prometo investigar su nombre en indonesio.


La espera en el aeropuerto fue tranquila, sin contratiempos. Compramos unas playeras para las niñas y unos shorts para las tres. Lo único que les recomiendo, es tener cuidado con el regateo, porque siempre quieren pedir más de lo que cuestan las cosas.

Un altar 


En fin, fuera de este pequeño detalle, les puedo decir que fue una muy bonita experiencia, aún y cuando su servidora no se quitaba de la cabeza las noticias sobre los atentados. Espero que Bali continúe con esa ola de paz, y que ningún grupo extremisa invada la isla con sus actos destructivos, porque la gente y el país, no se lo merecen.


¡Adiós Bali!

¡Bienvenidos a Kuala Lumpur, Malasia!

Con esta edición de Aterrizando terminó mi relato sobre Bali. En los siguientes les contaré de la visita a Kuala Lumpur, en especial, sobre el templo hindú dentro de la montaña. Pero antes, les platicaré de mi visita a Cancún, México, dónde pasaremos una semana de vacaciones y veremos a nuestra familia mexicana. Salimos hoy por la noche. ¡Hasta pronto y feliz semana!

jueves, 5 de julio de 2012

Cena de Aniversario en Bali

Hoy les voy a platicar en este Aterrizando un acontecimiento muy importante en la vida de su servidora. Este 14 de noviembre, cumpliremos 15 años de casados. Y lo empezamos a celebrar en Bali, con una cena en el cuarto, y lo mejor de todo, es que nuestras dos hijas estuvieron presentes con nosotros.

Además, un extra de la celebración adelantada, porque a Bali fuimos en febrero, fue que tuvimos buen clima. Una perfecta velada idílica de verano, considerando que noviembre en Suizaes gélido y gris, con sus excepciones soleadas, claro.

Este fue el principal motivo de adelantar los festejos. Les voy a platicar en qué consistió.


Este fue el asador, nada más le faltaba la parrilla

Mi esposo reservó casi a nuestra llegada la fecha para tener esta carne asada. A eso de las seis y media de la tarde, nos llevaron un asador y todo lo que se necesitaba. Nos pusieron una mesita en el jardín, bien arregladita con flores de las que les había mencionado, frangipani y unos tipos deliciosos de botanas. Lo que más me gustó fue una especie de totopos como los mexicanos, pero con pedacitos de nuez. ¡Deliciosos!, con las salsas picositas. Me sentía como en México. Esta es una de las similitudes de las que ya les había contado.


Los totopos balineses

Antes de empezar, Gusti, se presentó con nosotros. El sería el chef que nos introduciría en la celebración de la carne asada. La velada con él fue muy interesante, porque también aprendimos mucho de la cultura balinesa, por ejemplo, sobre las salamandras que se paseaban en nuestro cuarto.


Las visitas de los espíritus


Resulta que por las noches escuchábamos unos ruidos de animales, y nunca logramos identificar exactamente de quién provenían. Primero pensamos que eran los changuitos que jugueteaban en los tejados. Efectivamente, sí eran los changos que daban marometas en el techo del cuarto, pero el sonido provenía de las salamandras.

Gusti nos explicó sobre la creencia balinesa de la reencarnación. Se supone que los muertos regresan a este mundo como salamandras y así pueden visitar a sus familias. Para los balineses es un honor tener salamandras en sus jardínes, porque significan el retorno de sus seres queridos. Lejos de tenerles miedo, tratan de que no les pase nada.

La mesa, lista para la cena

En fin, el olor a carne asada empezaba a abrirnos el apetito.  La mesa quedó muy bien decorada y poco a poco el cielo balinés se estaba poniendo rojo. Nos estabamos rodeando de una atmósfera muy romántica. La principal decoración fueron las flores frangipani.


La flor de Frangipani en mi color favorito

Un día, en el desayuno, una chica de la recepción nos explicó que la flor de frangipani se puede observar en Bali en diferentes colores. La amarilla con ribete blanco es la típica, y es la mezcla de la blanca con la amarilla. También hay un tipo frangipani de color rosa mexicano. Para mí, la amarilla es mi favorita. La creencia balinesa es que una mujer se vuelve más bonita cuando coloca una flor en su cabello. Y eso fue lo que mis dos hijas y yo hicimos esa noche, nos colocamos flores prangipani como adorno en nuestras orejas.

De regreso a la cena. Además de los totopos, la carne asada incluía una ensalada y una pasta asiática. Obviamente, las niñas tomaron un platillo del menú de niños. La mayor, dedos de pescado empanizado, y la chiquita, pizza.


Comimos tamales balineses


¿Verdad que son tamales?

Pues el momento especial de la noche, y del viaje, fue cuando comimos un tamal balinés. No me pregunten por favor el nombre del platillo. Tengo que ir de nuevo a Bali y comer otro tamal. Les prometo que me grabaré el nombre. ¿Por qué digo que es un tamal balinés? Pues porque el platillo está presentado en hojas de plátano, como si fuera un tamal del sur de México.

¿Y el relleno? Pues nada más ni nada menos que un filete de atún sazonado a la balinesa.  Claro, picosito, y lo mejor de todo súper saludable, porque no tiene ningún otro ingrediente, más que las especias.  Además, el menú incluía pierna de pollo asada, camarones y los famosos alambres asiáticos, conocidos como saté. ¡Provecho! De postre, unos dulces balineses a base de arroz.

Esto fue la experiencia culinaria, pero que no se nos olvidé el motivo de la celebración, quince años de casados. No tengo idea de cómo ni en dónde lo celebraremos, viviendo en Basilea. Por eso, esa noche fue especial, porque eran vacaciones en la playa, con un hermoso atardecer muy propio para la ocasión.


¡Buenas noches Ungasan, Bali!

Ahora que les cuento esto, se me antoja el tamal de atún que comí. Lo bueno es que pronto estaremos en Cancún, México, para saborearlos. Pero mientras empaco maletas, les prometo que en el próximo Aterrizando, les compartiré las fotos de nuestro último día en Bali. Todo principio tiene su fin, lástima.

Buenas noches y que disfruten de la noche, en dónde quiera que se encuentren y hasta el próximo Aterrizando

miércoles, 4 de julio de 2012

El famoso masaje balinés

Hasta ahora les he platicado las primeras impresiones de nuestro viaje a Bali. Templos a la orilla del mar, comida muy condimentada y saludable, la amabilidad asiática, las creencias religiosas, sus problemas con el terrorismo y las particularidades de su sistema vial.

En este Aterrizando les quiero compartir una experiencia súper agradable que volvería a realizar en las tierras balinesas: la visita a un spa.

Como mi visita al spa de Disneyland en Hong Kong, mi cita en Bali empezó con las típicas preguntas de salud. Si tomaba medicamentos, si era alérgica a ciertas sustancias, si he tenido operaciones, qué es lo que me gustaría del tratamiento, si estaba embarazada, entre otras.  Después, Putri, la chica encargada de la sesión, me indicó dónde podía dejar mis pertenencias, y me pidió que usara una prenda interior como las que te dan en los hospitales. 

Me di un baño antes de iniciar el famoso masaje balinés, del que tanto había oído hablar. Me pusé un pareo de color verde y Putri inició el tratamiento. Me dio la bienvenida por mi primer nombre y lo primero que me dio a elegir, fue la esencia para mi incienso aromático. Había como 5 diferentes y escogí el de Night Queen, que prometía eliminar el estrés. ¡Perfecto!, pensé. Por eso estamos aquí en el paraíso de Bali, para relajarnos.


La flor frangipani
Putri, mi masajista, tenía una voz muy finita. Era el estereotipo de la mujer asiática. Bajita y con figura de niña.
Muy amable y simpática. Siempre me explicaba lo que sería el siguiente paso. Me preguntó si quería escuchar música. a lo cual asentí y me dio tres opciones para mi masaje. Si aplicaba poca fuerza, mediana o mucha fuerza, cuya respuesta de mi parte fue, nivel medio, por favor. Los tres niveles me los explicó presionando mi antebrazo.

Antes de subir a la cama de masaje, tuve una ceremonia de purificación. Putri colocó mis pies en una bandeja de madera y le agregó al agua caliente jugo de naranja, porque esto hacía una labor de desinfección. Su servidora desconocía las propiedades de este cítrico. Después añadió las flores del árbol típico de Bali, frangipani, una especie de magnolia y terminó el rito secándome los pies. Mientras pasaba todo esto, pude tomar un té de jazmín.
Así iniciaba mi masaje.

Este tipo de masaje es una especie de relajación muscular y disuelve la tensión de los tejidos. Es un tratamiento de cuerpo entero con aceites de sándalo, jazmín y salvia. Supuestamente ayuda a la circulación, al sistema linfático y a regenerar la piel. Es una ayuda regenerativa y devuelve la armonía del cuerpo y aumenta la capacidad inmunológica del mismo.

Tanta publicidad en este texto, ¿verdad?, pero les puedo garantizar que al salir del masaje, me sentí como vuelta a nacer. Perdón por la exageración, pero así fue. Bueno, sigamos con la descripción de mi tratamiento.


Frutas típicas de Bali


Mis ojos estuvieron cerrados por una mascarilla que estaba impregnada de esencia floral durante unos diez minutos. Durante todo el tratamiento no escuché nada, sólo la música relajante El masaje fue de una hora. Al terminar, sentía que volaba de relajada.

La ceremonia del masaje balinés terminó con  un golpecito a una mítica campana balinesa. Putri me despidió del tratamiento y me deseó un buen día. No sin antes dejarme un refrigerio de té de jazmín y un vasito de jogurt con pedacitos de manzana. 

Después regresé al cuarto a encontrarme con mi familia. Había entrado al nivel espiritual balinés.

El segundo tratamiento en Bali

Al siguiente día, mi familia y yo disfrutamos un día de piscina. Por la noche cenamos una carne asada al estilo de Bali para celebrar por adelantado nuestros quince años de casados, de lo cual les hablaré en la siguiente ocasión. Por lo pronto les contaré mi siguiente visita al spa del Hotel Bayan Tree, dos días después de la primera.

La verdad es que fue una maravilla haber ido a probar por primera vez el masaje balinés. Antes de hacer la cita, revisé el menú del spa, y decidí hacerme una limpieza fácial que incluía un masaje de cuerpo de media hora. En total la cita sería de una hora y media. Una hora para el tratamiento del rostro, y media para el masaje. 

Para no aburrirlos, les cuento que el inicio fue igual que durante el primer día, con el té y la ceremonia de purificación. En mi segundo masaje escogí el incienso de Chempaka, una especie de flor balinesa. 
Esta vez,  la cosmetóloga no fue Putri, sino Esmri, una mamá de dos niños y con una complexión media.


Decoración del spa


Ella me comentó de su visita a Rusia, y de su choque cultural con sus habitantes. Al parecer no le gustó la manera de ser de los rusos y la entiendo, porque los balineses siempre sonríen. En fin, también me dijo que el clima frío no le gustó. La comprendí inmediatamente. Me es difícil imaginarme a un indonesio soportando el gélido clima ruso.

También me preguntó con que nivel de presión quería mi masaje. Medio, le dije. Ahí empecé a notar las diferencias. No es que no me haya gustado el masaje de Putri, pero el nivel medio de Esmri fue el nivel intenso de Putri. La fuerza en los brazos de esta mamá masajista, fue más fuerte y me gustó más, pues al terminar, sentí un verdadero trabajo en mis músculos. Si un día vuelvo a probar un masaje y la chica es de la complexión de Putri, le diré que sea un masaje extra fuerte.

Los techos altos predominan en Bali
Después tuve mi tratamiento fácial. ¡Qué lástima que uno no siempre se pueda dar estas muestras de apapacho más seguido! Bueno, estuve súper contenta de haberlo hecho en estas vacaciones. Aunque no niego que ahora que escribo desde Basilea, tenga las ganas de buscar un masaje balinés a mi alrededor. Lo recomiendo por completo.


Mi segundo y último día en el spa terminó. Regresé al cuarto y mi familia me estaba esperando para chapotear en la alberca.  Ahora entiendo porque Asia se ha especializado tanto en el renglón de tratamientos de spa. Eso es lo suyo. Una combinación de productos estéticos basados en sus recursos naturales, y técnicas de sabiduría milenarias. Una tradición balinesa con influencias chinas e hindús.

Nuestro viaje por Bali estaba a punto de terminar. Sólo nos quedaba un día.  Por lo pronto les adelanto mi siguiente experiencia en la isla: la carne asada en el cuarto, para celebrar nuestros quince años de casados, con las hijas, por supuesto.

Por lo pronto me despido y cerraré los ojos para volver a recordar los olores de los inciensos y aceites que tuve la oportunidad de probar en este país de Asia.