miércoles, 16 de febrero de 2011

Roma, una ciudad sin edad



Llegar a Italia por primera vez, fue conocer el otro lado de Europa, la del sur. A partir de esa visita comprendí que el continente se dividía en dos zonas, valga la redundancia: la del norte y la del sur. Y no nada más en región geográfica, sino, en región mental.
Pasarse al lado sur, significa despedirse un poco del frío de la Europa del Norte, y zambullirse en el calorcito del Mar Mediterráneo. Grecia, España, Portugal, Turquía, como países imánes dónde vacacionan los europeos de las regiones frías. Y no están fascinados sólo por su clima, sino por su gente, la gente latina.
Teniendo este marco climático, nos adentramos a una gran línea divisoria que clasifica a la Europa del sur, como la abierta, la escandalosa, la feliz, dejando a la Europa del Norte, como la distante, la fría, la callada y por decirlo neutralmente, la perfeccionista y progresista.
Los países del sur, ante esta clasificación con el dominio del Norte, se han hecho famosos por vivir felices con lo que tienen y disfrutando el presente, no tanto el futuro, pero muy orgullosos de su pasado. Y bueno, si de algo deben de estar orgullosos los romanos, es de su glorioso pasado.
Aterricé en Roma el 3 de marzo del 2000, cuando entonces vivíamos en Viena. Mi esposo fue a una junta de la oficina durante la semana y el viernes por la tarde llegué para descubrir con él la ciudad. Tomé un taxi y me adentré en el tráfico del fin de semana. Recuerdo el calorcito tan extrañado en el duro invierno austriaco. ¡Ya estoy en el sur, con su clima, y con su gente!


En el camino recuerdo un gran acueducto y la típica vegetación italiana. Pequeñas colinas con esa tierra ya no tan verde por la caricia del sol. Justo al llegar a la ciudad, sus calles pequeñas, como esas que conocemos de las películas, en dónde transitan romanos, turistas, autos, motocicletas y bicicletas, toda una masa que se dirige a todos los lados, al mismo tiempo.
Me baje en la Via Gioberti, en el Hotel Palladium Palace. Me latía el corazón de ver a mi esposo, a mi amore, después casi una semana separados. Teníamos ya dos años de casados. Juntos iríamos a recorrer la ciudad y cenar en un típico restaurant italiano. Llegamos a una hostaria, la Hostaria al Boschetto.
La intención de escribir este blog, fue sacar del armario los albúmes fotógraficos que hemos hecho en estos 13 años de casados. Me parece increíble que esta visita la hicieramos hace casi 10 años. Por más cursi que suene, que rápido se han pasado. De verdad que recordar es volver a vivir y acordarse de los primeros años de matrimonio y de compartir con las hijas nuestras memorias de turistas.
Pero estaba con el tema de la tratoria, de la comida.
Y es que el italiano disfruta de su comida. Es toda una ceremonia. Y si en algo nos parecemos los mexicanos y los europeos del sur, es en nuestra sobremesa. Creo que el europeo del Norte no la puede disfrutar como los italianos lo hacen.
Así es que esa primera noche, tuvimos aqcua minerale, bruschetta, primer piato y dolci. Sin olvidarse de su pane y de su vino. Bona sera Roma, te veo mañana para conocerte.


La Roma de película

En estos diez años han pasado muchos acontecimientos en Europa. El inicio de la década marcó el Euro como moneda unitaria. Así es que en esta visita, nos tocó ver como la lira, dejó el camino libre para esta moneda.
A la mañana siguiente, después de la prima colazioni en el hotel, nos fuimos caminando por las calles del centro. Sus calles antiguas reservan lugar para difernentes tipos de comercio. Entre pizzeria y cafés, las boutiques y zapaterías acaparan la atracción de los turistas. Italia además de buena comida, es sinónimo de moda y elegancia. En toda Europa, el romano tiene fama de vestir elegante, tanto hombres, como mujeres.
Nuestro primer punto para visitar fue la Fuente (Fontana) de Trevi, inmortalizada por Fellini en su película la Dolce Vita, con la escena de Anita Eckber. Para los turistas que llegan a Roma en el verano, es reconfortante admirarla después de caminar bajo el sol de Europa del sur.
Al llegar a esta plaza, el turista lo tiene todo, pizza, monumento y tiendas, porque enfrente está un local con la última moda del calzado (si es que no han cambiado de lugar) y Benetton, que si bien hay una sucursal en cada rincón del planeta, es muy especial visitar esta marca cien porciento italiana.
Y me he olvidado de mencional de los gelati, los mejores helados del mundo. Por toda Roma se puede encontrar un local, que en la mayoría de los casos, alberga las recetas familiares de antaño. Mi esposo estaba muy orgulloso de los helados suizos de la marca Mövenpick, pero desde que probó el verdadero helado italiano, cambió su opinión. Nadie debe irse de Italia, sin haber probado este postre y encontrado su sabor favorito. El mío, es el de jogurt con cereza, es decir, el helado amarena con jogurt.



Para llegar a uno de los lugares romanos, por excelencia, el Panteón, el turista se encuentra primero con la Columna de Marco Aurelio. Recuerdo las fotos de mi maestro de Arte, sobre su viaje por esta ciudad. Obviamente este monumento no pudo haber faltado en su recorrido familiar por la arquitectura italiana.
Al llegar al Panteon, el templo de todos los dioses, es como si la Plaza de la Rotonda, le sirviera de marco a todo el pasado arquitectónico e historico de la cultura romana. Las formas geométricas de la fachada y del interior se combinan para dar esa aura de misterio en su interior. Iglesia, oratorio, en fin, cada quien puede imaginarse este lugar como quiera. El juego de luz y sombra le dan ese toque perfecto para los escenarios de Hollywood, como en la película de Angeles y Demonios, basada en la novela del americano Dan Brown.
Lo que más me impresionó de este templo, fue el orificio en su cúpula, cómo si los humanos fueran vigilados a través de él, por todos los dioses romanos. Al estar dentro de él, se puede sentir un poco de esa paz. Cuando lo visité me gustó contemplar un respeto de sus turistas, como si estuvieran dentro de una iglesia. La verdad que era muy placentero entrar en su interior.
Una vez después de nuestra visita, nos sentamos a tomar un café en la Plaza de la Rotonda. La diferencia entre el visitante y el nativo es difícil de apreciar, pues el turista adquiere esa naturalidad que caracteriza al italiano: vivir y sin prisas y contemplar el momento. El dolce far nienti, que significa el placer de no hacer nada, o disfrutar el no hacer nada.Y qué mejor que disfrutarlo con un buen espreso.
Roma puede albergar a un millión de eruditos, científicos, filósofos, arquitectos e historiadores. Pero para nosotros, los turistas comunes y corrientes, nos ofrece en cada esquina, en cada fuente, plaza, callejón, un trozo de esa cultura romana que parece adquirir una nacionalidad extra de ser sólo italiana. Para todo el mundo, son orgullosamente romanos, y después, quizá, italianos.
Seguimos nuestra visita, porque aunque se estaba muy agusto en el Panteón, sólo estaríamos el fin de semana y teníamos que apurarnos para ver todas sus atracciones. La siguiente parada, sería visitar la Plaza de España.
135 escalones conducen a esta Plaza. En ella se encuentra la Iglesia de la Trinidad del Monte (Trinità del Monti) y la Fontana della Barcaccia. Se llama Plaza España, porque fue un regalo del Rey Español Fernando, el Católico.



En esta Plaza, se dan cita todos los turistas que acuden a Roma. En sus escalinatas toman un pequeño respiro de sus recorridos. Durante el verano es muy bonito verla con sus flores que enmarcan la Iglesia de la Trinidad del Monte. 
Lo interesante de esta Plaza, lo forman el Caffe Greco (Anticco Caffé Greco) y la Vía Condotti. El primero es el Café más famoso en toda Roma, mientras que la segunda, la Via dei Condotti, es la calle de la moda, donde los gúrus internacionales del buen vestir tienen sus tiendas u oficinas.
Después de nuestra visita a la Plaza, nos fuimos a visitar el famoso café. En su interior, normalmente siempre repleto, se puede observar la elegancia de sus sillones, pero sobre todo, la elegancia de los verdaderos romanos que se dan cita ahí y deleitarse con una tasa de espreso. Damas ataviadas en sus joyas de alcurnia, incluyendo la posesión de su perrito faldero. Mientras que los caballeros, lucen impecables su ropa italiana, sin llegar a trajes, pero ataviados con pantalón de casimir. Por suerte, también vimos a muchos turistas, como nosotros.
Y que mejor alago a la vista, que pasear por la calle de la moda y observar las próximas tendencias de la temporada.
Hace un par de días, leí una nota en una revista alemana, en dónde destacaban lo caro que es visitar Italia. ¡Es increíble lo que cuesta un café en este país! No recuerdo exactamente cuánto pagamos por los nuestros, pero parece que en la actualidad se pagan hasta 8 Euros por taza. La ilusión de la vida italiana, nos las venden con los granos del delicioso oro negro. Como diría alguna vez mi amiga Sandra: No conviertas, para que te diviertas. ¡Una barbaridad!
En fin, creo que en toda Italia esto es así. Todavía deleitados por los escaparates de los dulces y panecillos italianos, seguimos con nuestro recorrido y nos adentramos a la Plaza del Pueblo.




El clima no nos estaba dando su mejor cara, pero aún así subimos al mirador del Monte Pincio y de ahí, tuvimos una estupenda vista de la Plaza del Pueblo, dónde predomina su obelisco . La Piazza del Popolo. Parece que esta característica es típica de muchas ciudades italianas. Los miradores, que son muy visitados por los turistas, como en Florencia.
El siguiente punto de nuestro recorrido, fue el Puente del Angel, o el Ponte San'tAngelo, que finalmente conduce al Castillo el mismo nombre. El puente se localiza en el Río Tíber (Tevere). En el pasado, este puente servía a los peregrinos para llegar hasta la Basílica de San Pedro.
Y siguiendo este camino, como los antiguos peregrinos, llegamos al estado independiente de El Vaticano. Para nosotros los católicos, esta es una visita obligatoria y bueno, para los suizos también, pues en él se encuentra la Guardia Suiza Pontificia, cuya principal tarea es salvaguardar el Estado Vaticano. Es el ejercito más pequeño del mundo y cuyos orígenes datan desde la Edad Media.
Entrar en la Basílica de San Pedro es toda una experiencia, considerando que San Pedro, el primer Papa del mundo, podría estar enterrado en ella.
Los artistas italianos de antaño, como Miguel Angel y Rafael, definieron a esta obra de arte del Renacimiento. En el interior, la Piedad, de Miguel Angel, está ahí, como prueba de la maestría de su autor. No puedo negar que la Basílica para mi gusto está plagada de oro. Demasiado valor material para una Iglesia que tiene otros valores terrenos. O debería tenerlos.
Sin duda alguna, la Basílica de San Pedro, es el principal simbólo de Cristiandad para nosotros los católicos-romanos. ¨Tu eres Pedro, y sobre esta piedra, edificaré mi iglesia, y te daré las llaves del Reino de los cielos¨, es lo que se lee en la base interior de la cúpula, cuyas letras miden dos metros de altura.
Después de esta visita sacra, es muy reconfortante caminar por la Plaza San Pedro e imaginarsela atisbada de peregrinos escuchando al Papa, en sus diferentes discursos. 140 esculturas la rodean, al igual que sus columnas, el Obelisco y la fuente. Si esa Plaza hablara, lo qué podría decir.
La noche terminó entre la compra de recuerditos y a la visita de la siguiente trattoria.
Al parecer, un día Santo se estaba acabando en nuestra estancia de fin de semana. El Vaticano es impresionante.


Tras las huellas del Antiguo Imperio Romano: El Coliseo y el Foro Romano

10 millones de turistas llegan cada año a Roma. No puedo imaginarme a esta ciudad en soledad. Quizá a pocos minutos antes del amanecer, pero fuera de ello, los romanos quizá hayan aprendido a convivir con nosotros, los turistas. No debe de ser nada fácil aceptar la realidad de compartir tu ciudad con las masas, pero en estos momentos en que el Euro, la moneda de Europa, está tan débil, creo que probablemente estén muy agradecidos.
Y porque el legado de Italia está en su arquitectura, el siguiente punto de nuestra visita de domingo fue el Coliseo Romano. Ese domingo tuvimos la oportunidad de ver la ciudad con el sol a plenitud. Para la que escribe, este monumento histórico tiene una asociación con los gladiadores y sus luchas entre sí, y contra los desgarradores leones, observados por su emperador en turno. De nuevo, los estereotipos.




El recorrido termino frente a la Puerta de la Vía Sacra para después proseguir con el Foro Romano.
Y ahí estaba, compartiendo espacio con la Roma moderna. Cada esquina es un paraíso para los arquélogos de todo el mundo. Decenas de elementos que analizar y en un espacio abierto. Columnas y cúpulas en sus restos que llenaron algún día la gloria romana.
El tiempo se nos estaba acabando ese domingo. Y fuimos rápidamente a visitar el Palacio de Venecia, enmarcado por una preciosa escalera, que nos llevo a un mirador, que dejaba reflejar la belleza de todos los tejados romanos y por el carruaje en el techo de dicho palacio, un ejemplo más del pasado glorioso de esta ciudad. Roma, me estaba enamorando de ti.

Nos encontramos a dos perlas del tesoro romano: Trastevere y el Monte Gianicolo

Siguendo las recomendaciones de nuestra guía turística, decidimos visitar el sábado, el barrio de Trastevere, que está al sur de El Vaticano. Recorrer sus estrechas callecitas, fue conocer la verdadera cara de Roma. Esta parte del recorrido fue especial porque en Trastevere se mezclan también los romanos con los extranjeros, en todos sus restaurantes y bares. Las calles de Trastevere no pueden ser menos internacionales, porque aquí se encuentra la Academia de España, que alberga becarios internacionales.


Si se visita Trastevere en el verano, y a la hora de la comida, el turista puede derretirse entre este amalgama de olores y sabores. Nada mejor que buscar una pizzeria y disfrutar la auténtica obra italiana. Recuerdo la nuestra en Trastevere y fue una delicia. Los restaurantes que tienen mesas en la calle, ofrecen un espectáculo con sus manteles que se mueven por el viento. Y si se tiene suerte, un grupo de músicos pueden ampliar este manjar de sentidos. Indiscutiblemente estábamos en la Dolce Vita.
El tiempo se acabo el domingo, pero nuestro punto final fue visitar la Colina de Gianicolo, conocida en español como Janículo. Y para desaparecer los efectos indeseables de la pizza, caminamos hacia ella desde el Trastevere. Esta colina se encuentra en este mismo barrio cuyo nombre está basado en
el Dios Jano, de quien se dice fue fundador de esta parte de Roma.
Lo especial del Janículo son sus edificios, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.




Caminar entre sus calles, fue tener la oportunidad de escuchar a los verdaderos romanos, comunes y corrientes, que disfrutaban el domingo. Ancianos recorriendo sus calles sin prisas, madres que apuraban a los hijos para subir al auto e ir a visitar con seguridad a la abuela, o Nonna, como se dice en italiano, o a caballeros que regresaban a casa con algún dolci para la merienda.
No caba duda que este paseo por el Gianicolo, fue el contacto más puro que tuvimos con los romanos. Verlos de cerca en su actividad dominguera, y escucharlos hablar en italiano.
El tiempo se acabo y regresamos a Viena, no sin antes visitar a la Fuente de Trevi por última vez y lanzar una moneda al agua para pedir un deseo. Mi deseo fue regresar a Roma. Porque no importa que ahora Roma sea de Berlusconni, ni que exista un poco de caos en la limpieza de sus calles y que los precios para los turistas se hayan elevado. No importa, Roma será para siempre el orgullo italiano, y nos seguira atrayendo a los turistas, para descifrar esa belleza de sus edificios y monumentos, así como para deleitarnos de todas los placeres que encierran a la cocina italiana y su envidiable modo de vida del dolce far niente.
¡Arrivederci Roma!, io retorno pronto ...