jueves, 9 de abril de 2015

Enmedio de la tormenta tropical: Iguazú, Circuito Inferior



Las aguas tranquilas, después de haber
descendido el Río de Iguazú. Así fue como
inició el recorrido por el Circuito Inferior


El 19 de febrero iniciamos el paseo por las espectaculares Cataratas de Iguazú. Como les conté en el anterior Aterrizando, habíamos llegado procedientes de Río de Janeiro y llegamos a Foz de Iguazú, el aeropuerto brasileño para llegar con el taxi, al lado argentino de Iguazú, al Hotel Sheraton, en medio de las cataratas.

Después del desayuno, nos preparamos con ropa y zapatos adecuados para caminar por todos los senderos de las cataratas. Nos pusimos repelente de mosquito, crema protectora de sol y llevamos mucha agua para tomar.




Por este sendero, empezó nuestra aventura



El día era especial para caminar. Estaba nublado. Esa mañana no sufriríamos del sol de la selva. Sí del calor. Pero no sufríamos, al contrario, disfrutábamos caminar en manga corta por esa mañana del mes de febrero.



Antiguo faro del parque que divide la ruta de
circuitos de las cataratas


Desde el hotel existe un caminito pavimentado hasta el Faro que separa los dos circuitos de las Cataratas de Iguazú. El Circuito Superior y el Circuito Inferior, por donde empezaría nuestra caminata.


La selva


Eramos los primeros caminando esa mañana. Disfrutamos mucho lo desconocido. El ruido de las cascadas miniaturas que están en ese Circuito, el canto de los pájaros, pero sobre todo, el silencio del progreso. Nada de esto domina en Iguazú. La naturaleza sigue su ritmo sin que al parecer, la mano del hombre la moleste.

Recorriendo el Circuito Inferior de las
Catarata



Todo el camino por las cataratas es demasiado seguro. Los que quieran hacer un paseo de aventura se desilusionaran. El camino está hecho de metal, resistente a la naturaleza. Se recomienda llevar zapato cómo, de excursión o tenis. Pero uno ve en los turistas cada tipo diferente de zapato. Como botas de plástico, para lluvia. Yo no las recomendaría. Son ideales para las tormentas tropicales, ocasionales, por suerte, pero no representan una buena opción porque uno se puede resbalar con ellas. Las famosas patas de gallo o flip flops, son muy comunes de ver, pero todavía son una mala opción en las cataratas.



El primer coatí que vimos



Llegamos a un camino con la primera vista del Río Iguazú, ahí, a donde las aguas de las cataratas yacen tranquilas, en reposo después de la precipitada bajada.  Es una maravillosa vista de la selva.




Uno de los mucho saltos de agua en el parque



Continuamos el camino y nos encontramos al primer coatí del camino. Estaba con otros tres, que empezaban a despertarse de su sueño nocturno. No nos acercamos mucho, y que bueno, porque después de hacerle la última foto, se notaba que no estaba muy contento con nosotros.  Al inicio del camino, leímos un aviso que recomendaba caminar con distancia de los coatís. No son peligrosos, pero reaccionan agresivos si se les molesta. Tampoco es muy recomendable comer en los descansos del parque, porque huelen la comida y vienen hacia ella.

El resto del día vimos más coatís, cientos, acostumbrados al humano y deseosos de sus comidas. Especialmente en las estaciones del tren y en los restaurantes del parque. Ahí los vimos un poco alterados por la comida. Pero en general no se debe tener miedo. Nosotros caminamos al lado de un grupo que invadió el camino pavimentado, sin ningún problema. 

En el Parque de Iguazú, también hay monos. Pero a estos no los vimos. Al parecer estan muy retirados o puede ser que se les vea a muy temprana hora o al anochecher, cuando regresan de la selva a sus guaridas.



Y llegamos al primer punto de observación



Impactante, es la palabra en la que uno piensa cuando llega al mirador del Circuito Inferior. Esa panorámica será difícil de olvidar para el turista de Iguazú. No hay libro ni imagen que se le compare a las cascadas de Iguazú.

En ese momento eramos los únicos. El instante era sólo para nosotros cuatro. Después se nos unieron dos enamorados y nos compartimos nuestros celulares para hacernos las fotos del recuerdo. Olía a perfección del aire puro. Todo era silencio y por supuesto el ruido del agua. Agua que no se detiene ante nada en esas caídas libres. Y ahí estábamos, disfrutando los únicos veinte minutos de nuestra vida en las Cataratas. Quizá no las volveríamos a ver. Ninguna fortuna podía comprar esa belleza que teníamos ante nosotros. Ese regalo de la naturaleza al humano.



Bellas, las Cataratas desde el Circuito Inferior


Después de este embelezo, continuamos acercándonos a ellas. Empezamos a mojarnos. Pero eso ya lo sabíamos. Lo habíamos leído en nuestras guías. Por un momento pensé que mi esposo y nuestras hijas caminarían hacia dentro de las cataratas, los vi muy decididos, pero los separaba la el camino de metal, por suerte. Yo seguía observando las cataratas, a distancia, como todos mis encuentros inciales con la naturaleza. Esto permitió que les tomara las fotos sin que el celular se mojara.




¡Acercándonos a ellas!



Seguíamos casi solos. Una pareja de jubilados terminaba su sesión fotográfica cuando nosotros apenas nos acercamos. Todavía sigo recordando el momento. La cercanía con el chorro del agua. Lo fuerte del sonido. Sólo nos faltaba un arcoiris, pero la lluvia apenas vendría. En pleno mediodía.




Maravilloso efecto de escaleras




Caminando hacia el Circuito Superior: En medio de una tormenta




Dos Hermanas



Suspendimos este idilio con la naturaleza y caminamos hacia el Circuito Superior, donde tendríamos una vista del inicio de las cataratas. Por el camino nos detuvimos a ver otro salto de agua llamado Dos Hermanas. Ahí hicimos una pequeña pausa y seguíamos solos. Tampoco vimos a ningún animal, y tampoco vimos ningun rastro de flores. Pero todo seguía siendo verde. El clima seguía nublado y agradable, nada bochornoso.






Una de las fotos del recuerdo, cerca del Circuito Superior



Y llegamos a nuestro destino de mediodía. El Circuito Superior. Impresionante el descenso del agua. Aquí comienza el espectáculo. Tuvimos mucha suerte, porque unos cuantos minutos después, inicio una lluvia. Una tormenta, la mayor en la que hemos estado.  Regresamos al hotel y por suerte mi esposo tenía una bolsa de plástico en la mochila.  El había leído la recomendación en una de las guías turísticas. Y fue un muy buen consejo, porque esa mañana, nos mojamos todos por completo. Desde los zapatos tenis hasta las gorras. Pero no nos importaba, nuestros ojos habían disfrutado de la belleza de las cataratas. Y en verdad, esa mojada, valío totalmente la pena.



Desde el Circuito Superior


Tuvimos mucha suerte de haber visto el Circuito Interior en tranquilidad antes de que empezara a llover.  Hemos leído que el agua del Río Iguazú varía por completo. En ocasiones está casi vació, y en otras los caminos para ir entre Circuito y Circuito, se cancelan por completo por el inmenso torrente de agua del mismo. Ese día todo estaba perfecto para visitar las cataratas


Momentos antes de que nos atrapara la tormenta tropical



En el camino de regreso, encontramos a otros turistas que también buscaban refugio. Caminamos lo más rápido posible. Mi hija mayor tenía pánico a las tormentas, pero ese día lo supero. No le quedó de otra.




Felices de tener un camino corto al hotel, después
del aguacero



Nos dio mucho gusto ver el inicio del camino que iba hacia el Hotel Sheraton. Antes de entrar al vestíbulo, nos secamos lo más que pudimos. Después nos bañamos y fuimos a comer al bar del hotel. Mientras comimos, fuimos testigos de la visita de bonitos pájaritos de la región. La pausa fue corta, porque la tormenta terminó. El cielo se despejo y aunque a mí me costó volver a hacerme a la idea de ponerme mis tenis mojados, nos hicimos de nuevo al camino rumbo a la Garganta del Diablo, el mejor punto para observar las cataratas. Pero esto se los cuento en el siguiente Aterrizando. Les deseo una buena semana y mil gracias por leerme.



Pausa en el restaurante del hotel, antes de
regresar a las Cataratas, nos faltaba la
Garganta del Diablo


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