Smålandet Älgsafari Drive-in. Fue el primer parque que visitamos |
Continúo esta tercera parte del viaje a Escandinavia que hicimos en julio, como les comenté en el anterior Aterrizando.
El domingo 28 de julio nos levantamos muy temprano para ir a visitar dos parques de Alces. Nuestro viaje por Escandinavia avanzaba y esa mañana dejamos el Hotel Radison Blu de Malmö, Suecia, para viajar hacia Småland, donde estaba el primer parque de los dos que visitaríamos. En esta región, existen ocho.
Viajamos con el auto que habíamos rentado en Copenhaguen. A las diez de la mañana ya habíamos llegado al parque de alces llamado Smålandet Älgsafari Drive-in.
La entrada al parque |
La historia de la fascinación de los alces empezó con un regalo que le hizo mi amiga Natalia a mi primera hija, cuando estaba recién nacida. Ella viajaba mucho a Suecia y en uno de esos viajes le compró un alce de peluche y se lo regaló cuando vino a visitarla. Nuestra primera hija no jugaba mucho con monitos de peluche.
La historia del alce Henning
Este es Henning, cuando viajó a Florencia. Atrás está el David, aunque no se puede ver muy bien |
Pero cuando nació mi segunda hija, se apropió de este monito. Una mañana, entró gateando al castillo de muñecas que habíamos comprado para la hermana. Cuando entró por primera vez, vio a este alce y desde entonces nunca más lo soltó. Es su mejor amigo y todavía duerme con él. Se llama Henning. Un nombre sueco que le escogimos en honor al escritor de novelas policiacas Henning Mankell, originario de este país.
Desde entonces, Henning, el alce de peluche, es parte de nuestra familia. Lo he surcido un par de veces y cuando vamos de viaje, lo cuidamos como si fuera un hijo de verdad, porque para nuestra hija es muy importante. Y aunque no le guste mucho prestarmelo, lo trato de bañar lo más seguido posible.
La ilusión de nuestra hija mejor era conocer un alce. Y este momento había llegado este domingo de julio.
¡Hola Señor Alce! |
Suecia es un país muy orientado hacia niños, que no es algo muy común en Europa. Este parque es perfecto para los pequeños. Por desgracia, el tren que entraba a la reserva de alces ya estaba lleno y el siguiente era a la una de la tarde. Por suerte se puede entrar con el propio vehículo y así lo hicimos.
¡No olvidaré tus ojitos! |
Buscamos algunas ramas para darles a los alces. Estos animalitos son huraños y es difícil verlos entre la naturaleza. Son más activos al amanecer y anochecer. Estábamos muy ilusionados en ver uno.
Iniciamos el recorrido con las indicaciones de no bajarnos del carro. La verdad, no queríamos toparnos con un alce de 500 kilos de peso. Pero lo que veríamos nos gustaría mucho.
Adelante de nosotros manejaba otro vehículo y se estacionó porque un alce se estaba acercando al caminito. Nos paramos y le enseñamos la comidita que traíamos para él. Inmediatamente se dejó venir hacia nosotros.
Permanecí quieta, porque vino a mi ventana. Las niñas estuvieron fascinadas. Fue un alce muy curioso y amistoso. Claro, le gustó mucho la comida que le dimos. Las niñas le dieron de comer y desde la ventana de atrás, me miró muy atento. ¡Creo que no olvidaré tus ojitos alce! Nos despedimos de él y seguimos manejando. La verdad, fue nuestro momento de suerte, porque después del verdadero Henning, ningún alce se nos acercó. Lo vimos a lo lejos. Nos impresionaron las mamás con sus crías, recostadas en el piso. También vimos otros ejemplares con una ornamenta impresionante. En invierno, los machos pierden sus cuernos y en otoño tienen unos nuevos para la temporada de celo.
Terminamos el recorrido y llegó el momento de ir a la tienda de regalitos de este parque. Ahí nuestra hija menor conoció a Ben, el siguiente alce de peluche en su colección. Todos tienen nombre y duermen con ella.
¡No, no es un venadito, es un alce chiquito! Nuestra hija menor tiene el mismo color de pelo que él |
Continuamos el recorrido hacia el siguiente parque, el Ellinge Älgpark. Este parque no ofrecía un contacto directo como el primero. Los alces estaban delimitados por una malla, pero se acercaban mucho a la orilla porque al pagar la entrada, todo visitante recibe la comida para ellos.
Ellinge Älgpark |
Fue así como conocimos a Bruno. Un alce con mucho apetito y muy simpático. Nos fotografiamos con él y tuvimos la oportunidad de ver a los pequeños, quienes tienen un color de pelambre muy claro, casi igualito al color de cabello de nuestra hija menor, amante de los alces.
Llegó la hora de la comida y en el parque una familia alemana ofrecía salchichas de alce y waffles. Pues decidimos probarlos y sí, nos gustaron.
Seguimos manejando pues teníamos que llegar a nuestro siguiente destino: Kosta, la ciudad sueca del vidrio. Queríamos llegar antes de las seis para poder visitar sus tiendas y claro, el hotel Kosta Boda, construído con muchos elementos de vidrio.
Esto se los contaré en el próximo Aterrizando, así como de otros lugares en el sur de Suecia. ¡Gracias por leerme y que tengan una muy bonita semana!
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