jueves, 28 de mayo de 2015

El Sol potente de Carmelo, uruguay


La noche anterior había caído una gran tormenta


¡Hola! De regreso para seguir platicándoles sobre nuestra visita a Carmelo, Uruguay. El primer día ya se los platiqué. El segundo no fue muy diferente del tercero. Salvo que en la madrugada del segundo al tercero, nos sorprendió darnos cuenta que en la madrugada había llovido a cántaros.  Esto hacía peligrar la permanencia en la piscina. Por suerte el día se mejoro y todo el día estuvo nublado.


El sol nos jugó una broma


¿Cómo imaginarse de que nos quemaríamos?
Y eso que tuvimos mucha crema y estuvimos
en la sombra



Fue así que el tercer día transcurrió en la piscina. Sin ningún estrés. Las hijas jugaron todo el día en la piscina. ¡Eso sí, bien protegidas con crema solar!





Hora de la comida en el restaurant de la piscina



Nosotros estuvimos en las sillas y bajo la sombre de las sombrillas de playa. En más de una ocasión, nos pusimos crema solar. Siempre se escucha de los peligros del sol, aún y en días nublados.


Cervecita uruguaya


En la mediodía visitamos el restaurante-bar de la piscina. Ese era uno de los pocos eventos en el día. Otro momento especial fue la cena, claro, para probar las especialidades del lugar. El tercero eran nuestras caminatas por los viñedos y la playa, tanto en la mañana como en el atardecer.

Se llegó la hora de regresar al cuarto. El plan era bañarnos, darles tiempo a las niñas de que jugaran en el cuarto y después nos iríamos al restaurant Pura. Pero, ¡oh sorpresa! Resulta que mi esposo y yo nos habíamos quemado como camarones. ¿Cómo pudo haber sido posible? Después de estar en la sombra, en un día nublado y con crema solar. Pues como ven, en este lugar del mundo, la tierra disfruta de rayos intensos.

Nuestras hijas, no tuvieron ningún rastro de problemas en su piel, y eso que ellas estuvieron totalmente en la piscina, sin techo. Lo que creemos es que el ángulo del sol nos pegó a nosotros. Mejor, no podría imaginarme que las quemadas hubieran sido ellas.

Por suerte teníamos en nuestro equipaje cremas especiales para aliviar la piel en estos casos.


¡Y salió el sol! De una tonalidad intensa


Cuando regresamos a la orilla del río a tomarnos fotos, había salido el sol. Tenía una tonalidad naranja, no amarilla. Era el atardecer. En las fotos que acompañan Aterrizando, podrán ver ustedes mismos esta tonalidad tan peculiar.



Nos gustó caminar por la orilla del Río de la Plata




La quemadura no llegó a mayores, aunque yo tenía marcado los lentes. Ese día me faltó ponerme mi sombrero. En fin, por más cuidadosos que fuimos, no libramos las marcas del sol.  Además, lo curioso es que ya nos habíamos acostumbrado al sol de Sudamérica. Ya pronto cumpliríamos dos semanas por ese continente.


Risotto para variar


Así acabo el día. Sorprendidos, pero relajados en este lugar de Uruguay.



¡El único que no varió fue mi marido!




Ultimo día, de regreso a Argentina



¡La piscina nos estaba esperando!


Por suerte nos iríamos a las dos de la tarde. Después de mi visita al gimnasio, y de caminar por el bosque mágico, volvimos a la piscina.  Platicamos con una de las empleadas sobre nuestra sorpresa por habernos quemado, y ella, bien linda, nos preparó un gel de aloe vera que produce el hotel. Nos lo dejó en el refrigerador, y altes de irnos, nos lo regaló en un botecito de plástico.   También nos contó de la gran iguana o salamandra que habita en el hotel. Ya se volvió civilizada, porque come de lo que le dan los turistas, pero tan inofensiva no es porque hasta puede morder. que en Sudamérica se llama lagarto y esta especie ahuyenta a las víboras. ¡Qué buenos animalitos y qué bueno que hay más de uno!



¡El sombrerito que no usé el día anterior!



Comimos y regresamos al cuarto a prepararnos. El plan era viajar con un taxi de Carmelo y después tomar el barco hasta Buenos Aires.



Casi nos deja el barco



¡Adiós Carmelo!

Dejamos las instalaciones y el mismo chófer que nos trajo al hotel, nos estaba esperando de nuevo.
Llegamos y documentamos las maletas. Había otros turistas que regresaban como nosotros. Necesito decir que en Buenos Aires las instalaciones de la compañía son más grandes y hasta estuvimos en una cómoda sala de espera. En cambio, en Colonia, Uruguay, pudimos comprobar un poco la mala organización del lugar.


¡Finalmente, en el barco!



No es por quejarme, pero al emprender el camino hacia el barco, nos fuimos al barco equivocado. Primero vimos a unos turistas italianos, que se habían metido a la fila y que regresaban pues habían tomado el mal camino.  ¡Y bueno, a nosotros nos pasó lo mismo!  Llegamos hasta el barco equivocado. Fue así como corrimos desesperados. A la mitad del camino veo a un vigilante y le dijo que por qué no tienen una señalización sobre el camino.  A la par nuestra, corría una turista inglesa que también se preguntaba sobre la ausencia de los letreros. Ella y yo corríamos a la par. El primero que tenía que llegar era mi esposo, para que nos esperaran.


¡Interior del barco que nos llevaría a Buenos Aires!

¡Y llegamos! Subimos finalmente y fue un problema encontrar una mesa con asientos para cuatro. ¡Pero lo logramos!

El viaje fue muy cómodo. Una hora para recuperarse de la carrera entre barco y barco. En el transcurso, se puede ir a la tienda de Duty Free. Por suerte lo había hecho durante el viaje Buenos Aires-Colonia.


¡Llegamos a Buenos Aires!


La visita a Uruguay fue maravillosa. Aún y bajo estas pequeñeces. Carmelo nos despertó las ganas de regresar y viajar en auto por todo el país. Algún día volveremos a este país de tradiciones tan europeas como latinas.

Por lo pronto nos esperaba la última noche en Argentina. Las vacaciones se estaban acabando, pronto regresaríamos a Europa. Pero aún nos quedaban algunas horas en Sudamérica. Esto se los contaré en el siguiente Aterrizando. ¡Les deseo una buena semana y mil gracias por leerme!



¡Llegamos a Buenos Aires! Todos se
preparaban para desembarcar










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