miércoles, 18 de septiembre de 2013

Barcelona, una ciudad para enamorarse


En el Moll de España: un puerto de mucha vida



El Gran Marina, con la estación de Funicular
Moll de España, que se encuentra cerrada. ¡Lástima!


¡Hola amigos lectores! Aquí estoy de regreso para compartirles el viaje que cerró las vacaciones del verano pasado. Fui a Barcelona con mis hijas, durante la primera semana de agosto. Del 4 al 7. Barcelona estaba inundada de turistas, y es que ¿quién no quiere visitar Barcelona?

A mi esposo ya se le habían terminado las vacaciones, pero a nosotras nos quedaba la última semana. Las clases empezarían el 12 de agosto. Además, viajar a Barcelona es muy cómodo desde Basilea, pues el vuelo es directo. Viajamos con la aerolínea Swiss, el domingo por la mediodía. Estos días fueron de caminar en una alegre ciudad, llena de belleza arquitectónica, con un bello clima, con la visita a un museo y con un acercamiento a su cultura culinaria y hasta con un poco de tiempo para irnos de compras. Y bueno, hasta se pudo disfrutar un poco de la piscina del hotel.



El Monumento de Cristóbal Colón en
la Plaza del Portal de la Pau


El catalán está orgulloso de su ciudad, y la presume siempre que puede. Para nosotros, los turistas, es una ventaja, pues podemos preguntar sin tener miedo a ser ignorados.

Llegamos a las tres de la tarde a la ciudad catalana. Después de registrarnos en el Hotel Gran Marina, mis hijas estaban desesperadas por ir a la piscina. Ya les había adelantado la noticia de que en ese hotel había una en el octavo piso y no me dejaron descansar mucho. ¡Así fue como iniciaron estas vacaciones, bajo el cielo veraniego español.



Imposible dejar de ir a chapotear


Nuestra última visita a Barcelona fue hace apróximadamente cinco años. Ahí celebramos el Año Nuevo, bajo un invierno que no es tan cruel, en comparación del que conocíamos en el norte de Europa. Fueron unas vacaciones decembrinas muy bonitas, y en aquel entonces viajamos con la carriola de nuestra hija menor, quien tenía un año y seis meses.

Ahora regresé con mis hijas ya en edad de primaria.  Después de inspeccionar un poco el hotel y de haber visitado la piscina del octavo piso, decidimos salir a caminar  por el Moll de España, en donde está el hotel y el centro comercial Maremagnum, en el Port Vell, a un lado del mismo.  El sol de las siete de la noche era intenso, un hermoso sol del mediterráneo.  Y cual fue nuestra sorpresa, de ver ríos de gente que tuvieron la misma idea que nosotras.



¡Vámonos al Maremagnum!


Caminamos un poco por la Plaza del Portal de la Pau, que está antes de curzar el puente que conduce hasta el Maremagnum y las niñas se impresionaron de ver el Monumento a Cristóbal Colón. Decidí que cenaríamos en el hotel, porque no vi muy seguro que tuvieramos una mesa para cenar. 

Es lógico encontrar mucha gente en el Moll de España. Ahí salen y llegan cruceros. En catalán, el dialecto de esta región, Moll significa embarcadero. Durante nuestra estancia en Barcelona, aprendimos el horario en que salían los barcos, nada más de observarlos desde la ventana de nuestro balcón.

La fila de coches en las cercanía del hotel es impresionante, pues los viajeros hacen transportar sus autos en estos barcos. Impresionante. Después, los cruceros siguen su rumbo hacia el Mediterráneo. 



Uno de los cruceros de la compañía Baleària, rumbo a
Mallorca, Ibiza o Menorca



Esa noche, no cenamos en el restaurant.  Decidí comer con las niñas en una mesita del bar. A esa hora, estaba lleno de familias hospedadas en el hotel. Todos tuvimos la misma idea. Pero estoy segura que muchos iban a seguir su recorrido por las calles de Barcelona, en plena noche catalana.

Primero pedimos unas ricas tapas. Pero las tres teníamos mucha hambre. Mi hija mayor y yo compartimos un club sandwich y la menor se decidió por comer un helado de vainilla. Así terminó nuestro día. Mañana empezaríamos la visita a esta bella ciudad.



Dos orgullos catalanes: El Parque Güell y el vestirse bien



Majestuosa, la obra de Gaudí


Barcelona no se puede explicar sin la figura de un genio, Antonio Gaudí, quien se encargó de vestir su ciudad, bajo lo innovativo de sus ideas. El Parque Güell es una de sus principales obras. 

Después de desayunar, nos fuimos en taxi rumbo a este parque. El taxista, muy amable, nos dejó lo más cerca del parque, que está en una lomita. Definitivamente tuvo razón, porque fue más cómodo caminar de regreso a la ciudad, que haber subido hasta el parque.



Las bancas que rodean la placita del parque


Tuvimos suerte porque nos dio muchos consejos para visitar su ciudad. Estaba muy orgulloso de la Catedral del Mar, la cual visitaríamos el día siguiente. La verdad que no se puede quejar uno de los catalanes. Ellos muestran su ciudad y les da mucho orgullo contar sobre los detalles de la misma.

Ya en el parque, tuvimos que buscarnos tiempo y lugarcito para hacer fotografías. Estaba totalmente lleno de turistas, especialmente de grandes grupos. Y se entiende, porque nadie puede perderse la visita a este lugar. Nos sentamos en las bonitas bancas con el sello Gaudí, y después tomamos algo en el cafecito que está en el centro del mismo. 



Preciosas las vistas de la ciudad desde el Parque Güell



Caminamos y nos detuvimos en su mirador para contemplar la ciudad. Desde este mirador vimos toda Barcelona, hasta nuestro hotel. 


Por suerte recordaba la última visita, y en especial el camino que mi esposo siguió hasta la ciudad. Bajamos hasta la Calle del Escorial o Carrer del Escorial. Esta calle me gustó mucho en nuestra primera visita. Aquí es dónde uno conoce al verdadero catalán. En esta calle no vimos a ningún turista, aunque no está tan lejos del parque. Eran las once de la mañana y la gente hacía sus actividades matinales.



Carrer del Escorial



De repente, una mujer se nos acercó y me dijo:  ¡que niñas tan bellas! Nosotras tenemos un complejo y es el no poder usar siempre vestido. El verano en Suiza es bonito, pero a veces muy corto, por eso siempre que podemos, los usamos. Ese día las tres teníamos vestidos.  Dijo que se veían muy lindas con ellos. - ¡Y la mamá también!, puntualizó. Lo más curioso fue cuando se quejó que en la actualidad, las niñas ya no visten así. No lo puedo creer, con toda la moda infantil catalana. Es un placer verlas en las tiendas. Especialmente en el Corte Inglés. 

Todo esto pasó en un par de segundos.



Los catalanes visten muy elegantes.
Ella es la dama que nos chuleó
los vestidos.
Posiblemente el caballero de a lado es
un turista, sin ofender, pero tal y como
lo dicen las guías


Le di las gracias, pero no pude regresarle el piropo. En nuestras guías de turistaw, el extranjero puede leer que el catalán se viste muy bien. Bueno, el español en general, se arregla. Pues así iba vestida esta catalana, arregladísima el lunes por la mañana. Como me sacó de onda porque no espera tal piropo, desde aquí se lo digo y les compartó la foto que le tomé. Se me fue muy de prisa y no se lo pude decir. No creo que me lea, pero desde aquí le dijo lo bien que se veía. ¡Qué lástima que reaccioné tan tarde, o mejor, dicho, que ni pude reaccionar!

A Barcelona no fui con miedo, pero si con cuidado. Parece ser que por las noches, en la Rambla, ocurren muchos robos. Hay gitanos que roban a los turistas. Se visten como ellos y los bolsean. También recomiendan no aceptar ninguna flor de ninguna mujer. He ahí un poco la explicación de mi retardo con la mujer catalana. No me espera tal comentario y lo reconozco, soy un poco reservada. Pero no tuvimos ninguna mala experiencia en Barcelona.

Pero me gustaría platicarles más sobre este tema. Cuando cumplí mis 30 años, mi esposo me llevó a visitar Barcelona. Fue nuestra primera visita. Mientras caminábamos por la Plaza Real, alguien le sacó a mi marido mis lentes de sol de la marca Fielman, de su mochila.  Los compré en la primera sucursal de la compañía alemana, cuando abrieron en Viena. Me costaron casi nada, porque tenían ofertas de inauguración.


En el Passeg de Sant Joan


Así, sin que nos dieramos cuenta, nos bolsearon. Por eso me puse a leer las recomendaciones. Evitar vestir como turista, con pantalones cortos, blusas sexy y demás, porque el catalán y en especial, las mujeres catalanas, visten muy elegantes. No significa que tienen que vestir de lujo, no. Tienen gusto en el vestir y lo saben hacer muy bien. Claro, siempre hay excepciones. Pero hasta la fecha les puedo decir, que las guías tienen toda la razón.

Es por eso que los ladrones de carteras, identifican muy fácil al turista en Barcelona. Pantalones cortos, sandalias, en fin, el típico cliché como el de la foto. Claro que esto cambia cuando se está en la playa.



Rotonda del Passeg de Sant Joan



Siguiendo con la visita, después de caminar por el Carrer del Escorial, llegamos hasta el Passeg de Sant Joan. De ahí caminamos hasta la Avenida Diagonal. Durante esta caminata, mis hijas disfrutaron el parque que esta en este carrer y hasta pasamos algunos minutos en los juegos infantiles.  


Desde el Paseo de San Joan
 vimos la Sagrada Familia.
¡Nuestro siguiente punto en el programa!



Me encantó caminar por este paseo, porque mis hijas disfrutaron un poco los juegos, y porque vi a muchos catalanes sentados en las bancas. Personas de la tercera edad, disfrutando la mañana, antes del calor de la tarde. Mamás paseando sus hijos y amas de casa, haciendo una pausa en su actividad matutina. Esto es lo bonito de los viajes, mezclarse entre los habitantes de la ciudad que se visita.

Ese día caminamos mucho. Pudimos ver muchas atracciones de Barcelona y mis hijas no protestaron. Cuando se cansaban hacíamos una pausa, y ya estaba llegando el tiempo de hacer una, antes de ver nuestra siguiente atracción:  la Sagrada Familia, una obra arquitectónica, también de Gaudí. Pero esto se los contaré en el siguiente Aterrizando. Por lo pronto les deseo una bonita noche y hasta el próximo Aterrizando. ¡Gracias por leerme!


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