martes, 11 de junio de 2013

¡Bula, Bula Fiji!



¡Hola!, de nuevo!  Hoy les platicaré los siguientes cuatro días que pasamos en Fiji, en el Pacífico Sur.


Tiempo de relajamiento


Me será difícil ofrecerles un poco de información nueva, porque esos días, salvo por la visita a un mercado turístico, estuvieron llenos de relajamiento. Un poco de la buena vida para descansar, disfrutando de un bonito clima de playa, por suerte.


Pero eso sí, no podría dar un número exacto de las veces que escuchamos la frase ¡Bula, Bula!, que significa hola en fijiano. Para todo se dice esta frase, y claro, con una sonrisa de oreja a oreja. Y esto fue en el hotel, así como cuando salimos a conocer de cerca, un poquito, la vida de la isla.

El 19 de febrero, lo iniciamos desayunando en el restaurant Sanasana, y estuvimos casi al aire libre. Muy bonito desayuno. Nuestras hijas estaban muy emocionadas, porque irían al club infantil llamado Planet Trekkers. Las estancias en estos lugares las enriquecen con el idioma inglés, pues el personal no hablan ni español ni alemán,  bueno, quizá una que otra palabra en ambos idiomas. Pero nuestras hijas siempre han aprendido de estos lugares. Hace un par de años que cursaron un curso de inglés en Basilea. Nosotros estamos contentos porque a ellas les gusta aprender y realizar actividades diferentes.



Clima perfecto para la piscina


Por la tarde me tocó consentirme. Mientras mi esposo y las niñas chapoteaban en la piscina, yo me fui a que me hicieran un masaje para deportistas. Nunca había estado al aire libre en el área de masajes. Fue muy agradable escuchar el ruido de las olas del mar y su brisa. ¡Quedé como nueva, después de días intensivos de practicar la Zumba! Me dio gusto probar por primera vez este masaje para deportistas.

Después llegó la hora del té, y éste lo disfrutamos los cuatro. Probamos los distintos canapés y minipastelitos.  El día terminó con el bufet de carnes del restaurant Sanasana.


Las hijas nos daban permiso de ir a la piscina
 mientras ellas hacían manualidades 


Y estábamos llegando al 20 de febrero. Ese día lo celebramos igual, a diferencia de que mientras las niñas estaban en su club infantil, y mi esposo en el relax absoluto, yo me pusé a bailar Zumba. Tenía que practicar nuevas rutinas para mis clases de adultos y niños, además de que me urgía hacer ejercicio, después de tanto reposo.

De nuevo disfrutamos la rutina piscina-restaurant y disfrutamos de un bonito atardecer en la cena, mientras eramos testigos por tercera ocasión de la Ceremonia del Fuego, que les comenté en mi anterior Aterrizando.


Una de sus manualidades en el Planet Trekker,
este barquito hecho con la cáscara de coco


Otro día comenzaba en plena playa, con la diferencia de que esta vez, mi esposo y las niñas pasaron la mañana en la piscina. A media mañana, ya estaba de nuevo en el Spa para un masaje de cabeza, manos y pies. Fue muy relajante, de nuevo en una cabaña frente a la playa. Ahora mismo me gustaría volver a estar ahí, en la playa de Fiji. ¡Recordar es volver a vivir!

La tarde la pasamos chapoteando y esa noche cenamos en el restaurant Sanasana, en el bufet de pescado, perfecto para equilibrar un poco la alimentación en vacaciones.
Esa noche cayó una superlluvia tropical.


¡Te extraño Playa de Natadola!



E 22 de febrero llegó el momento de tener un poco de aventura y nos fuimos a un mercado en Sigatoka
Ahí vimos los productos típicos de la Isla. Deliciosos aguacates, piñas, frutas tropicales y especias. Por desgracia no pudimos comprar nada, porque regresaríamos a Australia y ahí controlan muy bien a los turistas. No quisimos tener problemas, y sólo les compramos a las niñas dos collares hechos con un dije de madera. Un trabajo certificado que nos aceptaría en Australia, porque habíamos adquirido un certificado de protección al medio ambiente.


Visitando el Mercado de Sigatoka


En este mercado había otras tiendas de ropa y recuerditos. Encontré unas sandalias muy lindas y para nuestra hija menor, encontramos unas sandalias para la piscina que le urgían. Además de un bonito vestido de algodón, con estampado de la isla. Perfecto para el verano de Europa.


Además, de los collares, compramos adornos con la flor de frangipani, típica de la región. Dejamos hueco en el presupuesto, porque en el hotel se podían adquirir productos locales, de comerciantes a manera directa. Con esto estaríamos beneficiando un poco a los productores de al region.



Jardines del Intercontinental


En fin, la visita terminó y el taxi nos llevó de regreso al hotel.  El resto de la tarde lo pasaríamos en la piscina. Las niñas irían por última vez a su club infantil y empezaríamos a empacar, porque al día siguiente viajaríamos de nuevo a Australia, para hacer una escala de nuevo en Brisbane, antes de ir a Abu Dhabi.



Esta cabeza sirve como antorcha por las noches



Ese día, disfrutamos cada momento de nuestro paseo por la playa. Las niñas juntaron muchas conchitas, pero las dejaron de nuevo en la playa. Fue bonito ver cada noche las ranitas paseando por los jardines, así como admirar un poco de la fauna de la isla.



¡Adiós Fiji!

Sabíamos muy bien que pronto extrañaríamos el saludo oficial de Fiji: ¡Bula Bula!  Ahora mismo, al escribirles nuestras experiencias, viene a mi mente el olor de las flores frangipani por todo el hotel, los aceites que tuve en mis masajes y el sabor de las delicias marinas y tropicales de la isla. Pero en especial, el color del cielo al atardecer en los Mares del Sur. ¡Nostalgia, llévame otra vez a Natadola, en Fiji!


Encontramos esta tienda, Tappoos. ¡Aquí había de todo!



Por lo menos me quedan las siguientes imágenes que comparto con ustedes. Espero regresar un día a esta isla amistosa para perderme en su paradisiaca belleza. ¡Feliz semana y hasta el próximo Aterrizando! ¡Bula, bula!



Flores de la Isla



Una de las  ranitas de Natadola


¡Preparándose para la Ceremonia del Fuego!



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