martes, 7 de agosto de 2012

Me basta, con un poco de Cancún

La Isla, lo único que interrumpió el descanso playero

La semana en Cancún estaba acabando  lo mejor de nuestro viaje, fue el encuentro con primos, hermana, cuñado y con mi mamá. Mis hijas disfrutaron mucho verlos, convivieron y jugaron juntos, como si nos vieramos todos los días.

El tiempo nos estaba ayudando y sólo tuvimos días soleados. No nos enfermamos y dormimos de maravilla en la cama llamada Heavenly Bed. De verdad, recomendable, especialmente después de un vuelo trasatlántico.


La Isla: Un paseo muy atractivo y a unos cuantos
 metros del hotel

En esta Cumbre Familiar Cancún 2012, nos faltó hacer una carnita asada estilo regiomontano. En las dos albercas del hotel, los huéspedes pueden hacer uso de sus asadores estilo americano. Una actividad más que hacer, cuando regresemos el próximo verano, si Dios quiere.

Sí, porque tenemos planes de regresar. Estas vacaciones nos sirvieron para descansar, ver a la familia, disfrutar la hospitalidad y comida mexicana y sobre todo, disfrutar el hermoso mar del Caribe. En nuestra próxima visita está planeada por lo menos un paseo a Tulúm.

No lo había mencionado, pero lo único que nos sacó de este descanso playero, fue la visita al centro comercial La Isla. Tuve la oportunidad de entrar de nuevo a una tienda Liverpool y llevar a mi marido a una sucursal del Palacio de Hierro, que no conocía. Quedó fascinado con la sección de Palacio de Hierro Casa. Y es que ¿quién no quiere llevarse de recuerdito un alebrije gigante para Europa? Además del exceso de equipaje, uno terminaría con un agujerito en los bolsillos. El precio de esta maravillosa escultura er de nada más y nada menos que de 64,000 pesos. Me gustó para ponerlo en una mesa de centro. Mi compra en esta tienda, fueron unos mantelitos individuales hechos en Asia, mucho más bonitos que los que vi cuando viajamos a ese continente. Y lo mejor, a mitad de precio.

Necesito decir que a las hijas La Isla no les llamaba mucho la atención, porque las sacaba de su diversión acuática. Sólo dos veces la visitaron. En una ocasión, para comerse un helado. Con esto, regresó su buen humor. Pero yo me fui un par de veces, mientras ellas chapoteaban bajo la supervisión paterna.

Volver a Basilea fue difícil, así como despedirse de la familia. Pero todo lo que empieza, también acaba, valga la redundancia. Mi familia salió rumbo al aeropuerto un día antes que nosotros. Nuestro regreso a Europa empezó por buen camino.


De regreso, sin ningún contratiempo

Durante el trayecto al aeropuerto fue impresionante ver en una de las lagunas a un cocodrilo tomando el sol. ¡Qué bueno que fue de lejecitos! No me los quiero topar nunca. Mejor verlos a distancia, tirados al sol. Sin que le hagan daño a nadie.


Difícil abandonar este paraíso mexicano

El vuelo con Cóndor estuvo muy tranquilo y dormimos bien. En especial nuestras dos hijas. En los asientos de Premium Economic, encontramos lo que prometían: espacio para estirar las piernas. Bueno, a mí no me hace tanta falta, pero a mi esposo europeo, sí.

El vuelo duró nueve horas y no once, gracias a la dirección del viento. Con estas circunstancias, claro que seguiremos viajando aunque sea por una semana. El vuelo directo, sin transbordes es ideal cuando se tienen niños.

Y llegamos a Frankfurt. Sin hacer filas largas en su aduana para mostrar nuestros pasaportes. Ningún inconveniente. ¡Y las maletas también llegaron! Maravilloso. Ahora mi esposo manejaría 3 horas de regreso a casa. Tomamos primero el autobús de regreso al hotel Mercure y recogimos nuestro auto. Sin hacer el pago de estacionamiento. Maravilloso y cien por ciento recomendable, considerando las estratosféricas sumas que podrían pagarse cuando se deja el auto en algún aeropuerto del mundo por una semana. El estacionamiento está incluído en la tarifa de hospedaje. Un muy buen servicio.

Ya no nos importaba el tráfico. Eran pasadas las dos de la tarde cuando llegamos al autobús. Probablemente nos enfrentaríamos al tráfico de fin de semana en Alemania, más el tráfico de los vacacionistas. Y así fue. Pasadas las siete de la tarde, estábamos haciendo una pausa en la gasolinería que está en la frontera entre Suiza y Alemania.

Para no perder tiempo en preparar la cena, decidimos cenar en el restaurante Mövenpick. Nos resultó muy agradable porque no había muchos visitantes. Mientras las niñas cenaban una pizza francesa llamada  Flammkuchen, mi esposo una salchicha suiza y yo una ensalada mixta, escuché en el restaurant una melodía de nuestro famoso cantante José José. Primero pensé que era una alucinación. Era la tristeza de haber dejado México. Pero no me equivoqué. ¡Efectivamente, era el cantante mexicano!

Mi marido no evitó la risa cuando le dije el nombre del artista que cantaba. ... me basta, con un poco de tu amor ... era lo que escuchábamos esa tarde.



Un pedacito de Nuevo León en Cancún. Los regalos culinarios de la familia 


Esto lo interpreté como una buena señal. Nadie en Europa pondría esta melodía así porque sí en un restaurante de carretera. Quizá en España, pero ¿en la frontera entre Suiza y Alemana? Ni pensarlo.
Definitivamente, le dije a mi esposo, es una buena señal y un buen final para este viaje a México. Me basta, como dice la canción, con un poco de Cancún... Ni dos semanas, ni un mes, ni tres, ni seis. Estoy feliz y satisfecha por este viaje que resultó ser la mejor alternativa para la Cumbre Familiar.

Regresé a Basilea con la alegría de haber visto a la familia, y con la realización de haber pisado suelo mexicano y habérselo mostrado una vez más a nuestras hijas. Ellas, quienes hablan español con mi acento regiomontano y que saben cantar el corrido de Monterrey. ¡Ajúa, si señor!, porque aunque no pisé suelo regiomontano, en Cancún estuvo mi familia, y eso, fue un pedacito de mi terruño. También le agradezco a mi marido la oportunidad de este viaje que fue sin planearlo por meses. Nos decidimos casi a último momento, y claro, también a la familia regiomontana que nos fue a ver a esta playa.

Me despido ahora que me pongo tan sentimental y les adelanto el tema de mi siguiente Aterrizando: Viena, la ciudad que no envejece, de dónde acabamos de pasar el pasado fin de semana. ¡Hasta pronto!

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