lunes, 13 de agosto de 2012

Viena, la ciudad que nunca envejece

De nuevo aquí en Aterrizando para contarles un viaje especial a la ciudad que se le conoce como el Corazón de Europa: Viena.

Después de haber llegado del viaje a México, nos fuimos a visitar la capital de Austria, dos semanas antes de que las hijas regresaran a sus clases. Tal parece que últimamente les hago recuentos exprés de nuestras visitas. Asia, México y ahora Austria. Y es que sólo estuvimos de viernes a domingo y también lo decidimos una semana después de regresar de Cancún.

¿Por qué fuimos a Viena? Para mi marido y su servidora, esta ciudad está llena de recuerdos, porque ahí vivimos durante año y medio. Una vez que nos casamos, firmamos el contrato de renta de un departamento en la ciudad de Zurich. Pero ni nos pudimos cambiar a él, porque de repente, la empresa en la que trabaja mi esposo, le ofreció un puesto para trabajar en esta ciudad. ¡Y así nos fuimos a Viena!


Así encontramos a Viena desde el Sofitel

El tiempo ahí fue maravilloso, no nada más por la ciudad, que de por sí es majestuosa. Sino también porque fueron nuestros inicios como recién casados. Sentimos que fue una lástima el no haber podido habitar el departamento de Zurich, que estaba frente al lago de esta ciudad,  pero hasta ahora, no nos arrepentimos porque conocimos una bella ciudad llena de pasado en todos sus rincones.

En fin, la historia la voy a contar en otra ocasión. Por lo pronto les quiero platicar de este viaje a la ciudad que permanece igual a través del tiempo. Pero todavía mejor aún, por las remodelaciones y las construcciones vanguardistas, como el hotel en el que nos quedamos.

El sueño de la artista Pipilotti Rist

Viajamos el viernes 3 de agosto desde Basilea hasta el aeropuerto de Zurich con nuestro carro. Después, abordamos el avión y llegamos a esta ciudad sin contratiempos. Tomamos un taxi y unos 20 minutos después, ya estabamos en el Hotel Sofitel.


Le Loft, en el Sofitel

En este hotel empiezan los contrastes de la arquitectura vienesa. Al lado del centro histórico de Viena, a unos cuantos metros de la plaza sueca (Schwedenplatz) se divisa este edificio de 18 pisos, enmarcado por el último, que es su Restaurant-Bar Le Loft, cuyo techo está enmarcado por una especie de mural, hecho por la suiza Pipilotti Rist. Lo especial de este hotel, además de su arquitectura, es la vista que se tiene de la ciudad. Desde las habitaciones, y desde el restaurant, se pueden ver la Catedral (Stephansdom), la Iglesia de San Carlos, el Ayuntamiento, la iglesia Votiv, el Castillo Belvedere y lo más maravilloso para su servidora: la región dónde vivimos mi marido y yo.

Desde que nos subimos al taxi, íbamos recordando nuestro tiempo en esta ciudad europea. Y bueno, no es la primera vez que regresamos a Viena. De esto ya pasaron 12 años. Nuestra última visita fue en las vacaciones de otoño del 2010. Había pasado mucho tiempo. Siempre que podemos, viajamos a esta ciudad y hasta visitamos la región dónde vivimos.

Terminamos de registrarnos y de conocer nuestro cuarto que cumplía con la vista prometida. Vimos Viena de noche y emocionados nos alistamos para ir a cenar con nuestras hijas. Claro, comida austriaca, de preferencia.

La Catedral de Viena. Stephansdom

Nos fuimos caminando en una noche hermosa de verano. Todavía había luz y el gentío del viernes por la tarde estaba ahí, en la heladería Tichy. Turistas y vieneses se daban cita para probar uno de sus famosos helados. Parece que todos los turistas vienen a Viena a comer esta delicia. ¿Nuestra heladería favorita? Bortolotti, en la delegación 7, en la la calle Maria Hilfer. Ya les contaré luego.

Buscamos un restaurant con mesas al aire libre. Encontramos uno muy acogedor, el Porthouse, de cortes de carnes al estilo americano. También ofrecía la famosa Milanesa o Escalopa Vienesa. Y hasta el renombrado pastel Sacher. Para ser  fiel al origen del restaurant, pedí una hamburguesa. La carne, maravillosa. El resto de mi familia disfrutó el Wiener Schnitzel, como se le conoce a la milanesa empanizada de este país.

Y después, de regreso, a dormir, que Viena nos esperaba la mañana del sábado. Ese día lo iniciamos con un programa especial para este viaje. La visita a Bratislava, Eslovaquia, el país vecino de Austria. Primero viajaríamos en tren y de regreso por barco, a través de las aguas del Danubio. Esta experiencia se las contaré en el siguiente Aterrizando. ¡Que tengan una bonita semana!

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