jueves, 13 de diciembre de 2012

Praga, la ciudad del Niño Dios y los mercados navideños



Hace una semana nos estábamos preparando para viajar a la ciudad de Praga. En Basilea, Suiza, había empezado a nevar esa semana y nos preocupaba que no pudieramos volar el viernes 7 de diciembre.


El árbol navideño frente a la Iglesia de Tyn


Afortunadamente nuestro vuelo salió a tiempo desde la ciudad de Zurich, a la que llegamos por tren y por la tarde estábamos aterrizando en esta ciudad checa.

Para la acompañante, que soy yo, era su tercer visita, en cambio, para mi marido esta ciudad le es más que familiar, ya que hubo un tiempo en que la visitaba mucho por motivos de trabajo. Así es que teníamos un muy buen guía.

Praga es una ciudad de mucha historia. Afortunadamente las guerras no devastaron todo su patrimonio arquitectónico y todavía le presenta al visitante su lado dorado, porque también es conocida como la ciudad de oro.

Es la primera vez que no cargo equipaje en exceso. En el invierno el turista en Europa no puede equivocarse mucho, pues el clima permanece constante y no hay sorpresas. Es frío.
Praga no fue la excepción, y afortunadamente la ola de nieve que se estaba viviendo en Suiza y en Alemania, no llegó cuando la visitamos. Casi. Ya les platicaré en el próximo Aterrizando.


Palacio Municipal


Llegamos al enorme aeropuerto, llamado Václav Havel, en honor a su presidente liberador y nos esperaba una temperatura de unos menos cinco grados. Sí que hacía frío. Llegamos al Hotel Intercontinental, a unas cuantas cuadras de su centro histórico y una vez que le dimos un vistazo al cuarto, caminamos entre ese frío de Europa para llegar a su centro histórico, conocido como la ciudad vieja, Staré Město, lugar que alberga en diciembre, uno de los mercados navideños más importantes en Europa.

El pino navideño, y los puestos del mercado, le dan un toque especial a la ciudad. Ahí encontramos unas esferas de Santa Clós pintadas a mano y hechas de madera. Además, su vendedor nos habló en español y nos platicó todas sus andanzas como turista, su gusto por el chocolate suizo cuando supo que mi esposo era de Suiza.


La famosa sopa Gulash


Entramos al Restaurant Kammeny Stul, y un mesero nos atendió en español. Sorpresas de los viajeros, pero bueno, nos dimos cuenta que Praga es una ciudad muy visitada por los españoles, quizá por el Santo Niño, que se encuentra en la ciudad, y del cual les contaré más adelante.

Nuestras dos hijas sólo quisieron tomar leche, pero les pedimos de todas maneras totopos con salsa. Mi esposo cenó una milanesa y yo probé la famosa sopa de gulasch, servida en un pan, como plato.  Y bueno, la cena la acompañamos con lo que para los conocedores es la mejor cerveza del mundo, la checa. Durante nuestra visita, nos enteramos que los checos consumen 200 litros de cerveza por año. Esto los coloca en los consumidores número uno de esta bebida.


Inicio del famoso Puente Carlos, nuestra
primera actividad del día siguiente


Así terminaba el aterrizaje en esta ciudad. Mañana nos esperaba mucho qué hacer. Regresamos al hotel caminando por la calle Pařížská, la calle con las tiendas de los diseñadores más famosos, y realmente nos sentimos que caminábamos por un miniParís. Con ese frío, nos sentíamos caminando en el Polo Norte, entre los sueños navideños, y es que ¿A quién no le gustaría recibir de Navidad una de las creaciones de estos diseñadores.

¡En fin, buenas noches Praga!  Pronto les contaré cómo fue el siguiente día. ¡Feliz fin de semana!

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