En esta calle estuvo nuestro departamento. Da Michelle fue nuestra pizzería favorita y estaba casi enfrente |
Recorrimos los rincones más queridos, como el Spittelberg, muy cerquita del Teatro Popular (Volksteather) y del área de los Museos (Museumsquartier). Siempre nos gusta pasear por las calles aledañas a dónde vivimos. Ver cuáles negocios existen todavía, y cuáles son nuevos. Recordamos con mucho cariño esta ciudad. Mi esposo y yo vivimos muy contentos ahí. En aquel entonces no teníamos auto y caminábamos lo más que podíamos. El centro nos quedaba a unos veinte minutos caminando. También podíamos viajar en su cómodo Metro, o bien, tomar el tranvía.
Cenamos en el restaurant Bohème. Unas milanesas (Wiener Schnitzel), por supuesto. Después, cómo en los viejos tiempos, regresamos caminando al hotel, por la calle Maria Hilfer. Como una de nuestras hijas, tenía que ir al baño, hicimos una escala en la mejor heladería de toda Viena: Paolo Bortolotti. Esa visita estaba planeada para el domingo, pero bueno, la adelantamos. Mi esposo pidió dos bolitas de chocolate. Siempre pide el mismo sabor. Para él éste es el mejor helado de chocolate del mundo. Yo pedí también dos de una mezcla de crema con cerezas (Kirschobers). Las niñas se deleitaron con un helado de payasito y con chispas de chocolate.
Esa noche de verano nos encontramos a la luna con este mágico color. Edificio Urania, en el Danubio |
Después caminamos por el famoso Anillo de Viena (Ringstrasse), y pasamos su famoso Jardín Imperial (Volksgarden). Ya casi era de noche, pero nos gustó caminar por sus prados. La atmósfera era muy romántica en ese día de verano. Seguimos hasta llegar a la Catedral de Viena y buscamos el camino hacia la plaza Schwedenplatz. Y ahí estaba, de nuevo el Sofitel, que nos ofrecía la iluminación de su restaurante en las alturas. Era hora de ir a dormir. Sólo nos quedaba menos de un día para recorrer nuestra hermosa Viena.
Después de esa caminata, las niñas durmieron sin chistar y nosotros vimos los inicios de una tormenta de verano. Había tantos relámpagos sobre la catedral, que le daban un exagerado toque gótico, por no decir grotesco o maquiavélico. ¡Uy, qué miedo! ¡A dormir!
Paseo en coche de caballos
A la mañana siguiente volvimos a tomar el desayuno en Le Loft. Sería la última vez. Después nos decidimos tomar un recorrido en coche de caballos por el cuadro turístico de la ciudad. Hace un año y medio lo hicimos en pleno octubre. Esta vez sin frío, pero con solecito. Las niñas estaban muy emocionadas.
Recorriendo la ciudad en un coche de caballos, paseo típico para turistas |
Caminamos hacia la Catedral y ahí preguntamos por un coche. El recorrido nos llevó a los edificios más famosos como El Palacio Municipal, el Parlamento, el famoso Palacio Imperial (Hofburg), que alberga lo que antes fui la residencia de los Habsburgo, la Bibioteca a dónde yo iba para buscar material de mi tesis, y por las hermosas calles del centro. Por suerte mis hijas y yo teníamos un gorrito para protegernos del sol intenso. Este paseo es típico de los turistas y así uno puede darse cuenta de cómo eran los tiempos en los que reinaba la emperatriz Elizabeth, mejor conocida como Sisi.
Terminamos felices el recorrido y nos decidimos ir a comer pizza cerca de la Catedral. Pizza Bizi. Al terminar, en lugar de ir a los famosos paseos del Castillo Belvedere o o del Castillo Schönbrunn, como normalmente lo hacemos, decidimos ir a visitar un museo. Escogimos el Museo Albertina y vimos la exposición de Monet a Picasso.
Biblioteca Nacional Austriaca: Aquí pasé horas tranquilas buscando material para mi tesis de Maestría en Comunicación |
El edificio es fascinante. Primero nos recibieron unos escalones de colores, escenario perfecto para que el papá nos tomará a las tres fotos. El Edificio es impresionante y el interior todavía más. Escaleras con piso de mármol y majestuosas columnas. Las hijas estuvieron muy atentas a las obras. A mí esposo y a mí nos impresionaron los trabajos de Picasso y a las niñas los cuadros Magritte.
Escaleras del Museo Albertina |
Se nos estaba acabando el tiempo y después de visitar la tienda del Museo, nos fuimos a nuestro café favorito, el Tirolerhof, que estaba a unos cuantos pasos del Museo Albertina. Ahí nos esperaba el famoso pastel Sacher. Cuando vivíamos en Viena, mi esposo y yo íbamos todos los domingos a este café a leer el periódico y a comer un pastel Sacher (Sachertorte). Mi esposo tomó un cafe especial llamado grosser Brauner, que es un café doble moca, con crema servido en una taza grande. Yo tomé un refresco de cola, porque hacía mucho calor. Las niñas quisieron comer un helado, que no terminaron, y un refresco típico austriaco: Almdudler. Siempre que vamos a Austria, lo pedimos. Un clásico.
Pastel Sacher, un pedacito de Viena |
Después de esta pausa, caminamos de nuevo al hotel y nos fuimos al aeropuerto. Se había acabado oficialmente el tiempo en nuestra ciudad favorita europea. Esperamos volver pronto. No importa si es invierno o verano. Viena es impresionante los 365 días del año. Y visitar a nuestros amigos. Por lo pronto, aquí les dejo estas imágenes y les platico de mi siguiente Aterrizando: Kuala Lumpur, en Malasia. Feliz inicio de semana.
Palacio Imperial. Hofburg |
Parlamento |
Palacio Municipal |
Catedral de San Estebán. Stephansdom |