viernes, 14 de junio de 2019

Tahití El día que le pedí a Dios ver a un tiburón y me lo mandó en 15 minutos, ¡como pizza!



En el camino hacía la casita Brandon


¡Hola! Hoy les cuento en este Aterrizando, el último día de nuestra visita a Bora Bora, Tahití. Los días pasaron volando, aunque la mayoría del tiempo la pasamos en la piscina y en el mar.

Con el clima siempre tuvimos suerte. Llovía generalmente por la noche, después de cenar. Teníamos que salir corriendo de el restaurante Le Corail hasta la casita Brandon. En los últimos días pedimos sombrillas a la recepción para no empaparnos demasiado.

Vista desde la recamara
El Monte Otemanu



Siguendo el programa vacacional

El día empezaba a las seis de la mañana. Preparábamos un café. Después mi esposo entraba a la laguna a nadar, mientras yo le observaba. Por ahí habíamos oído que nadaban tiburones, pero que no eran peligrosos. El de todas maneras entraba sin miedo. Yo preferí verlo.


El último día llovío por la mediodía, pero el
sol volvío a salir


El desayuno con las hijas era el siguiente en nuestro plan. Por la mañana todos nos relajábamos en la piscina leyendo o escuchando música. Llegaba la hora de la comida, pero antes mi esposo y yo íbamos a hacer ejercicio al gimnasio del hotel Intercontinental Thalasso Spa Bora Bora. Ah qué nombre tan largo.

Después comíamos y nos resguardabamos del sol. Pero ese último día fuimos a la laguna que está a un lado de la capilla nupcial del hotel. Ese día me di una quemada. Juro no exagerar la próxima vez con la exposición al sol.


Regresando de la comida y gimnasio



Esta mantaraya es una de las
mascotas de la laguna



Lemon shark , un tiburón que llegó 15 minutos después de haberlo deseado

Las útimas horas las pasamos en la piscina. Pero el tiempo se nos estaba acabando y pronto llegaría la hora de dejar la piscina para irnos a bañar y estar listos para la cena.

Otra vista del Otemano


Todos estábamos en la piscina. Las niñas y el marido ya no iban a bajar más a la laguna. Casi nos llegaban los rayos del atardecer en el agua de la piscina. Casi ya no pasaban barquitos del otro hotel Intercontinental al nuestro, los barcos de excursiones o ya habían regresado o se acababan de ir para ir a ver el atardecer en ultramar.  La laguna en Bora Bora era un estanque de tranaquilidad. Ya nos iríamos en un par de horas y había que disfrutar los últimos momentos en este paraíso.


¡Adiós Bora Bora!


Arriba en la piscina, me sentía segura. De todas maneras deseaba ver algo de la vida marina. Deseaba ver a un tiburón pasar por debajo de nuestra casita. Pero pronto se acabaría el tiempo en la piscina, la cena llamaba.

Seguimos platicando y planeando la siguiente estación, la Isla de Pascua. Cuando de repente vi un pes grande, pero no era un pez, era un tiburón. No tuve mi celular para hacerle una foto, pero más tarde lo buscaríamos en Google y en el libro de peces que nuestra hija menor había comprado. Sí, era un tiburón, un tiburón bebé, llamado limón, lemon Shark, lo seguimos rápido al otro lado de la casita Brandon, se nos fue, pero nos dejó contemplar su aleta.

Era gris, y tenía un poco de color verde. Se movía como los tiburones que vemos en las películas y documentales. Daba miedo verlo desplazarse sigilosamente. Tenía una longitud de menos de un metro. Era un bebé. Los tiburones limón adultos nadan en Moorea, otro lugar de la isla.

No lo podía creer. En secreto estaba deseando ver un tiburón, y Dios me lo mandó en 15 minutos, como pizza.


Sí tenía aleta café no era peligroso

Platicando con la mesera tahitiana que hablaba español en el desayuno, nos dijo que si le habíamos visto el color de la aleta. Si era café, no tenía que ser peligroso. Nos contó la anécdota de su hermano, que cuando era pequeño, se perdió por horas en la playa jugando con un tiburón.

- Un día, nos dijo, -fuimos a dormir a la playa. A la mañana siguiente no encontrábamos a mi hermano menor de unos 4 años. De repente nos dimos cuenta que estaba en el mar, jugando con un tiburón. - Sí le creo, le contesté, pues en esos rumbos la gente crece en la naturaleza.


Ataques de lemon sharks a turistas, que los alimentan

Efectivamente, la naturaleza es parte de Tahití. De hecho, sí hay ataques a turistas. Pero no en la laguna. Existe un lugar llamado Moorea. Aquí los turistas acuden a bucear con los diferentes tipos de tiburones de la isla.

Desgraciadamente les dan de comer y así ocurren los ataques.



Tahitiano despidiéndonos con el
toque de un caracol marino

- Si les quieren dar de comer, nos dijo la mesera - aviénteles la comida, no se las den con la mano. Ni loca les daría de mi manita los pedazos de carne a los tiburones. Ni siquiera si estuviera fuera del mar.


Monte Utemano desde nuestro barco.
Le dijimos adiós a la isla, adiós a Tahití

Con esta anécdota me despido. Las siguientes horas en Tahití nos ayudaron a corroborar, sí queremos regresar. Pero por el momento el plan a seguir era Rapa Nui, la Isla de Pascua. Esto se los cuento en el siguiente Aterrizando. ¡Buen fin de semana!




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