jueves, 21 de julio de 2011

Mi primera excursión en la montaña

En esta ocasión hago un paréntesis en mi narración sobre Kuala Lumpur, para escribir sobre la primera experiencia que tuve en las montañas suizas.
Resulta que la segunda semana de julio nos fuimos de vacaciones viajando por Suiza, dónde vivimos y de dónde es originario mi esposo.

Manejamos hasta la ciudad de Schaffhausen, famosa por sus catáratas, por la isla Mainau en Alemania, que se encuentra cerca de Schaffhausen; para luego continuar por Altdorf, la cuna del héroe suizo Guillermo Tell. ¿Quien no ha escuchado la historia de la manzana? Después visitamos la ciudad de Brunnen, en el Cantón de Lucerna.


Edelweiss, la flor de las montañas
Pero la visita principal en estas vacaciones, fue a Zermatt, ciudad localizada en el Cantón de Wallis. Wallis es famosa por sus montañas, pero en especial por aquélla que todo mundo conoce o quiere conocer, el monte Matterhorn. 

Este fue el tercer año que visitamos Zermatt. Llegar hasta ahí no es fácil.  El visitante de Zermatt se tiene que acoplar a una norma de esa región. En esta comunidad suiza están prohibidos los automóbiles, sólo transitan autos eléctricos, bicicletas, caballos y todo aquél que llegue en tren.

En la región hay innumerables hoteles y albergues. Claro que el amante de la naturaleza puede acampar en una área establecida. Los dos primeros años nos quedamos en el chalet A la Casa, que estaba a unos 15 minutos del centro. Pero esta vez nos hospedamos en uno de los departamentos del edificio La Boheme, específicamente, en el departamento Carmen. El dueño del edificio es un amante de la ópera. Todos los departamentos tienen el nombre de una.  La ventaja en este lugar es que se está casi en pleno centro.

El primer día de nuestra visita estuvo marcado por un aguacero. Después de vivir un calor de 33 grados en Altdorf, caminamos bajo la lluvia. Fuimos al centro a comprar nuestra cena. A la mañana siguiente el cielo se despejó y las nubes descobijaron el Matterhorn. Todo una belleza.

La experiencia especial de este viaje fue la caminata en la montaña o wandern, como se le conoce en alemán. Yo había tenido la experiencia de caminar por los bosques en Austria, con nuestros amigos Andreas, Angélica y su hijo Alex, que en aquel entonces tendría dos años. Esta vez, en Zermatt, empezaba la aventura, pues ya no era terreno plano. Un par de semanas antes, habíamos caminado por el  pueblo de Adelboden, en Berna, para ver sus cataratas, pero aquéllo fue una excursioncita, en comparación a lo que estabamos por hacer.

Y así subimos hasta la estación Sunnegga, un mirador situado a unos 3,000 metros, y que se alcanza gracias a un tren especial que sale desde Zermatt.


Estación Sunnegga

Lo primero que hicimos fue comer en su restaurante. Yo escogí un Rösti, platillo típico suizo a base de papá dorada. Vino acompañado de una montaña de tocino que no comí, pero creo que es recomendable para una excursión como la que hicimos.

Y después empezó la caminata. Mi marido, con las experiencias que sus papás le transmitieron en su infancia, escogió el Camino de las Marmotas, una excursión recomendada para niños para ir a observar a estos animalitos.


Las cuatro pistas del camino de las Marmotas


Nuestro caminito

Así empezó el recorrido. Nos fuimos ataviados con nuestras chaquetas. Nuestra primogénita, quien ha hecho más caminatas con su grupo del jardín de niños, portaba orgullosamente su chaqueta Jack Wolfskin, marca alemana. Martin, una que yo le regalé de Eddie Bauer, imprescindible para el montañista norteamericano o canadiense, probablemente. Su servidora, una chaqueta de la cadena suiza Manor, para principiantes como yo, y nuestra segunda hija un sencillo impermeable de Hello Kitty de la cadena sueca H&M. No soy tan desalmada, pero pronto va a entrar al jardín de niños y le compraré la suya.

Y claro, lo elemental en esta actividad en la naturaleza, son los zapatos. Sin ellos, estás desarmado contra  la montaña. En esto conviene invertir y comprarse un par que servirán por muchos años, a excepción de los de los niños. En la última visita a Zermatt, me prometí que los iría comprando poco a poco, para todos. Así es que no podía pasar nada, ya estábamos equipados. Con todo y chocolate que el papá nos había comprado en el restaurante de la estación Sunnegga. Toblerone, claro, la réplica del Matterhorn.


Caminando entre las nubes
No les voy a mentir. A partir de ese momento empezó mi respeto a la montaña. Claro que seguimos un camino seguro. No se podía caer uno al vacío, porque los caminos están bien delimitados. Pero la sensación de que por dónde caminas estás cerca del vacío, es incómoda, especialmente si llevas niños. El papá, con su experiencia, me tranquilizó y el fue nuestro guía. Además, cuántas familias o grupos de niños no atraviesan a diario por ahí.

Déjando esos miedos infundados, no quedaba otra cosa de disfrutar de la montaña. Nuestra hija mayor tuvo una explosión de emociones porque caminaba entre nubes. Y es que las nubes rodeaban la montaña. Para ella fue casi como tocarlas. El aire de la montaña reconforta y revitaliza. Ahora entiendo la fascinación que tienen los excursionistas.

El Camino de las Marmotas tiene cuatro parajes en dónde los excursionistas pueden conocer un poco de la vida de las marmotas, de sus enemigos, de su permanencia bajo la tierra para defenderse de las águilas y de otros animales. La naturaleza las ha dotado de un color de pelo que les permite perderse entre las rocas de la montaña. Pasó mucho tiempo para que vieramos una, pero las vimos. Pueden permanecer inmóviles por minutos. Y sus gritos se escuchan por toda la montaña. Son enormes, dan ganas de abrazarlas. Pero sus crías, son todavía más lindas. Ahí estábamos, en el silencio de la montaña, contemplando a estos animalitos.

La caminata por esta montaña nos permitío ver lagos, que brillaban con su color verde turqueza. De encontrar a otros montañistas, a quienes saludábamos con un Grüezi, como se saluda por estos rumbos suizos. De regreso y después de cuatro horas de caminata, tuve ganas de besar el piso plano del restaurante. ¡Lo logré, vencer ese miedo y poder disfrutar de la montaña!


Un lago en la montaña


¿Podemos pasar, queridas Cabritas?
Mis hijas van a retener en sus memorias por mucho tiempo esta primera excursión. El papá les preguntó qué cosa les había gustado más del Camino de las Marmotas y ellas respondieron que fue su experiencia con las cabras de la montaña. La más pequeña le comentó: - me gustó cuando tú le preguntaste a las cabritas si nos dejaban pasar. ¡El papá es un héroe!

Y es que por un tramo, encontramos a una manadita de cabras pastando. Estaban todas reunidas justamente por el camino dedicado a los excursionistas. Los machos, tenían unos cuernos que impresionaban. Ahí venía mi siguiente preocupación. Pero el papá, con su personalidad tranquila, nos abrió paso entre estos animalitos y pasamos sin complicaciones. Nuestro comentario fue:  Danke, danke danke. Mil gracias hermosas cabritas por dejarnos pasar. Y después de nuestra travesía, ellas se volvieron a acomodar en el mismo lugar.




Una de las marmotas que vimos
Así, había terminado la primera excursión del día. Regresamos al Departamento Carmen y dormimos profundamente. Mi cuerpecito estaba todo molido, pero haber vivido esta experiencia con las hijas, fue indescriptible. Creo que también para para nuestras hijas

La estación Gornergrat nos esperaba al día siguiente ...







1 comentario:

  1. woooooow! yo quiero hacer un día esa caminata por el camino de las marmotas!!!!! aaaah! que emoción :-) Gracias por compartir!

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