miércoles, 31 de agosto de 2011

Ramadan Kareem

Es cierto que ya les había contado de nuestras vacaciones el verano pasado en la ciudad de Dubái, en los Emiratos Arabes Unidos. Pero resulta que nos gustó muchísimo, y este verano 2011 decidimos regresar y repetir la aventura por el mundo árabe.
Lo especial de nuestra visita lo marcó la mayor fiesta de todos los musulmanes en el mundo. El Ramadán. El período de ayuno, oración y sacrificio en la comunidad del mundo árabe.
Viajamos la semana del 6 al 13 de agosto. En esta ocasión lo hicimos con la aerolínea Swiss, directo desde Zurich.

Antes de emprender el vuelo, tratamos de investigar un poco sobre esta fiesta religiosa. Al principio tuvimos un poco de temor, de viajar con la limitación del ayuno árabe. Para nuestra fortuna, en todos los hoteles de Dubái se pueden hacer las tres comidas, sin ningún problema, no así en las calles de Dubái. En todas las guías turísticas, y en las páginas de internet de algunos hoteles, se pide abstenerse de comer en público. El ayuno en el Ramadán se aplica desde el amanecer, hasta el anochecer. Y esto incluye también el consumo de bebidas. Los únicos que pueden hacerlo, son los ancianos, las embarazadas y los niños.  Aunque si lo desean, también pueden ayunar.

Antes de continuar mi relato en este Aterrizando, me gustaría señalar lo interesante que fue conocer esta fiesta. Lo que más me gustó, es que durante el Ramadán, los creyentes de Alá destinan su tiempo para hacer colectas y destinarlas a los más necesitados. Puede ser que ellos organicen sus colectas, o bien, como hizo el gobierno este año, de enviar ayuda en alimentos a Somalia, país que no está muy lejos de los Emiratos.


Burj al Arab antes de iniciar el Iftar
Con estas informaciones en nuestro equipaje, nos fuimos de vacaciones.

La llegada a Dubái no nos sorprendió como hace un año, pues ya sabíamos que el beso del desierto nos estaría esperando cuando abandonaramos las salas climatizadas del aeropuerto.  Lo que sí nos sorprendió, fue la espera en la aduana. El año pasado el trámite fue doble para mí, pues como mexicana tenía que portar una visa que el hotel nos envío sin problema. Este año nos sorprendimos al conocer que el doble trámite se había convertido en uno.

Como por arte de magia, un oficial vestido en el tradicional Thawb, llegó para cambiarnos de fila, que parecía interminable y nos pasó con él para la revisión de nuestros pasaportes. ¡Bendito!, pensé cuando salimos del aeropuerto. ¡Gracias Dubái! fue lo primero que pude decir cuando nos sentamos y vi el rostro contento de las hijas, que no habían tenido que esperar demasiado, para llegar a disfrutar sus vacaciones antes del inicio escolar.

Esa primera noche no hicimos mucho más que desempacar, acostar a las niñas y esperar al día siguiente para ir a la piscina.
Masa al- khayr, ¡buenas noches Dubái!

De vuelta al Club de Niños

Nuestras dos hijas despertaron deseosas de ir al Club de Niños Simbad, que se encuentra en el Hotel Jumeirah Beach. El año pasado quedaron fascinadas por las actividades que realizaron ahí. Esa primera mañana en Dubái, ni siquiera se interesaron en desayunar. Comieron un poco de pan y veinte minutos más tarde ya estaban en la puerta del Club Simbad. Mientras ellas se divertían, nosotros nos fuimos a la piscina, lugar apatecible con el calor de más de cuarenta grados, a descansar y a leer el periódico de la localidad en inglés, Gulf News.

Ese día nos sorprendimos al ver que la práctica del Ramadán en la piscina, es nula. Los turistas podían tomar refrigerios y hasta los empleados del hotel, repartían paletas de limón a todos los que estaban en sus piscinas. Bendito el helado de limón que aminoraba nuestra sed en el sol del desierto. A diferencia del año pasado, estas vacaciones en Dubái observamos menos turistas en el hotel y también en la ciudad. Creo que volveríamos a visitar la ciudad en las fechas del calendario árabe.

La mayoría de los turistas eran de Inglaterra o de Australia. Cabe señalar que Dubái estuvo bajo el dominio inglés. En menor cantidad, había turistas de la India o del resto de Europa. Casi no vimos huéspedes árabes en el hotel. Aunque el Ramadán es una época de meditación, también es un tiempo para viajar en el mundo árabe. En Suiza nos enteramos que Ginebra es una de las ciudades favoritas de los turistas musulmanes. Dubái también. Se supone.

Una triste noticia 

Durante esa semana en Dubái, me encontré con una muy triste noticia. Un emirati, como se les conoce a los habitantes de los Emiratos Arabes Unidos, había sido asesinado justo enfrente de su casa, en Houston, Texas. El motivo de su estancia en el país norteamericano se debía a que estaba cuidando a su padre enfermo de cáncer, quien se atendía en esta ciudad. Al parecer, la familia era una de tantas millonarias en Dubái. El hijo de este enfermo, había viajado solo para acompañar a su hermana, quien cuidaba del padre. La madre había regresado a Dubái. Este emirati había dejado a su esposa y a su hija en Dubái.

Cuando padre e hijo regresaban del tratamiento en el hospital, dos asaltantes los esperaban fuera de su casa. Desgraciadamente el atraco pasó a mayores y los asaltantes hirieron con arma de fuego al Emirati. El padre escapó y pudo protejer a su hija, quien se encontraba en el interior del domicilio.
Era de esperarse la repercusión de esta noticia en Dubái. El cuerpo del emirati, fue recibido con honores. Descansa en paz.


Tiempo para hacer un Recorrido con el Autobús turístico

Durante esta semana, hicimos un recorrido turístico por la ciudad. Así es que dejamos el tiempo de chapotear en la alberca y las visitas a los centros comerciales, y nos fuimos a conocer la ciudad, a bordo de un autobús climatizado.

Antes de iniciar el recorrido

El recorrido iniciaba en la estación ubicada en el Centro Comercial Wafi, caracterizado por sus techos en forma de pirámides. Los grandes diseñadores como Valentino, tienen sus sucursales en este centro. Así es que llegamos un poco temprano, compramos los boletos del tour y esperamos a que el autobús llegara. Para que la espera fuera más corta, nos fuimos a recorrer un poco sus tiendas. Obviamente los restaurantes y cafés se encontraban cerrados. Sólo se podía comprar comida para llevar, como en la panadería de la cadena francesa, Paul.


Wafi Mall
Y llegó el autobús. Fue muy agradable viajar en un vehículo climatizado. Mi esposo, mis hijas y su servidora, nos vestimos de blanco, con telas de algodón y un sombrero, pues temíamos al sol del desierto.  Todas las guías turísticas, recomiendan telas vaporosas para no sufrir en el calor y cubrirse la cabeza con un gorro o sombrero. Y así lo hicimos, aunque estuvumos muy poco tiempo afuera. Pero veíamos a los demás turistas que se nos unieron en las siguientes estaciones, que de verdad sufrían en el calor de la ciudad.

La mayoría de los cargamentos de estos barcos son especias, cuyo principal destino es Africa

En el recorrido, nos entereamos de que la ciudad de Dubái se formo cuando ciertos pueblos árabes se reunieron alrededor del río Creek, que desemboca en el Golfo Pérsico. La principal actividad comercial de Dubái, fue el comercio de especias, transacción que se continúa realizando.

Fue muy emocionante ver las calles de Dubái. Aunque no había mucha gente, por la celebración del Ramadán, pudimos ver cómo era un día normal en esta ciudad. Así como la vestimenta de sus habitantes, sus construcciones y lo más interesante, el Dubái antiguo enmarcado por el río Creek.


Epicentro de dos épocas, en el Creek

Según la narración del autobús, Dubái es el país más seguro del mundo. La gran mayoría de sus habitantes visitan hospitales privados y los extranjeros forman una población considerable.
Para mí Dubái representa la aldea más cosmopolita que he conocido, pues uno se encuentra con un sinfin  de nacionalidades, al parecer, conviviendo en armonía.


El nos saludaba con la tentación de las ofertas

El recorrido lo terminamos en la estación del centro comercial Deira City Center, dónde la réplica de un camello nos estaba esperando. De ahí, nos fuimos en taxi al hotel, dónde al papá le aguardaba una sorpresa de cumpleaños. Ese fue el motivo de hacer el recorrido y festejar al marido en el día de su cumpleaños.

Celebrando al esposo en un restaurante argentino

Ese día, 8 de agosto, celebrabamos al papá con el recorrido en autobús. Cuando llegamos al piso dónde nos hospedábamos, me pareció ver a alguien de nuestro cuarto. Y antes de imaginarse las peores historias, nos sorprendimos al entrar y ver una sorpresa, que para mi propia sorpresa, no había organizado su servidora, sino el personal del hotel.

Feliz Cumpleaños Papilulo

El pastel de cumpleaños esperaba al papá en la mesa del cuarto y la bebida para celebrar adecuadamente. Me dio pena no haberlo hecho yo, pero al igual que mi esposo nos dejamos consentir con este súper detalle. Fue una bonita tarde familiar.

Para terminar los festejos de aniversario, nos fuimos a cenar al restaurant argentino del hotel, la Parrilla. Tuvimos que esperar que iniciaran los festejos del Iftar, tiempo en que el musulmán termina su ayuno al anochecher y los cuatro disfrutamos de una deliciosa carne argentina y lo mejor de todo, dulce de leche en el postre.


Admirando el inicio de un día

Esa noche de tantas emociones no pude dormir muy largo. Mi fascinación por el mundo árabe continúo cuando me desperté todavía de madrugada. No tenía ninguna prisa de madrugar, pero ahí estaba yo, sin poder coinciliar el sueño. Al momento en que amanecía, antes de las seis de la mañana, decidí sentarme en la terraza del cuarto. Las noches en Dubái no conocen el sereno. No se puede decir que en el verano la temperatura baje y el medio ambiente se refresque. No, el calor continúa. ¿Quizá 37 grados? Por otro lado, sentía que ese sol intenso me estaba cargando de energía. Me sentía muy descansada y sin necesidad de intentar dormir de nuevo.


Buenos días Dubái

Y así vi la ciudad despertar. El Burj al Arab cubierto por los primeros rayos del sol, los madrugadores nadando en la playa, la ciudad con sus primeros movimientos. El cielo azul coloreado por un leve toque rojizo. ¡Buenos días Dubái!


Burj Khalifa

Ese día continúo la estancia en la alberca y el club de niños. El día lo terminamos con una visita al Dubai Mall y a su acuario. También presenciamos el show de la fuente afuera del mismo y nos enamoramos de nuevo del edificio más grande del mundo, el Burj Khalifa.

Iftar después de un día en el Wild Wadi

Las vacaciones se nos iban acabando y no nos gustaba esa verdad. Por eso, decidimos empezar el día, mejor dicho, el mediodía, con una visita al Wild Wadi, atracción perfecta para las niñas. Y me refiero al mediodía, porque durante la mañana estaban en el Club Simbad.

Esperando las olas en el Wild Wadi

El Wild Wadi Water Park es un parque acuático que pertenece al Hotel Jumeirah Beach. Wadi significa más o menos como la  ribera originada por un torrencial . También está abierto a todo el público. Paseos en tobogán, una área especial para niños y la piscina de olas, son algunas de sus atracciones. Para mí fue una gran experiencia también, porque me atreví a sumergir mis pies en una pecera llena de ejemplares Garra Ruffa, que esperan al valiente para exfoliar la capa de piel y dejarla como de recién nacido. Es el pedicure más natural de este mundo. Esta atracción se llama Fisho, the fish spa. Si quieren ver más al respecto, aquí les dejo la página en Internet: http://www.jumeirah.com/en/Hotels-and-Resorts/Wild-Wadi-Dubai-Water-Park/Services--Facilities/FISHO/

Al principio no estaba muy convencida de hacerlo, pero finalmente mi esposo dijo: - anímate, no pasa nada, sino, nadie lo intentaría. Y me convenció. Ahí estaba arriba de unos hambrientos pececitos que esperaban mis extremidades inferiores. Lo difícil son los primeros cinco minutos, en los que uno se va acostumbrando a las cosquillas que producen sus boquitas. Ahí me quedé sentada por unos veinte minutos, orgullosa de que había superado mi prueba.

Jardín del Zabeel Saray

Disfrutamos mucho ese día y nos olvidamos un poco de que pronto estaríamos volando de regreso a Basilea. La última actividad del día, fue conocer un hotel ubicado en el área de la Palmera y que pertenece al mismo grupo de hoteles en dónde nos estábamos hospedando, el Jumeirah Zabeel Saray, un hotel con un auténtico toque árabe.

Definitivamente fue una muy buena idea conocer la Palmera y este hotel. Fue ahí donde vimos más huéspedes musulmanes. Comimos en el restaurant del hotel que se llama Imperium. Este tiene una influencia francesa, especialmente por sus candiles.

Y llego la hora del Iftar. Iftar es la ceremonia en la que el musulmán termina su ayuno para comer. Esta ceremonia la inicia después del Maghrib, que siginifica puesta del sol. El primer alimento es un dátil y se acompaña de unas bebidas a base de jugo de durazno, de dátil y leche. Después, pueden empezar con los platos fuertes y postres.

En este restaurant, pudimos ver representantes de todas las corrientes árabes. Vimos una familia cuyas mujeres portaban sus atuendos negros y siempre iban al tocador, acompañadas de un varón de la familia. Vimos a mujeres portar ropa como en occidente y otras que tenían un turbante en la cabeza.


Me encanta esta foto, aunque no está muy bien tomada

Tuve la oportunidad de encontrarme en el tocador con un grupo de damas en atuendos negros y con turbantes. Una se quitó el velo de la cabeza y accionó el botón del secador de manos. Tenía una cabellera envidiable. Negra, color azabache y pesada. Muy guapas todas las chicas de este grupo. Una vez que se refrescaron, volvieron a cubrir sus cabellos en los velos negros y volvieron al restaurante.

Después vimos a una pareja con sus trajes típicos.  Altos los dos, incluso la esposa, no muy común en el pueblo árabe. Transmitían una elegancia en su andar, como si flotaran. Se veían impecablemente limpios, vaporosos, elegantes.

Ese día en particular, vimos una televisión en el restaurante, con la transmisión especial de una ceremonia religiosa, los musulmanes pudieron conocer exactamente el momento de pasar al bufet del Iftar. Así se rompía el ayuno. Todos los días en que dura el Ramadán, el periódico Gulf News publica la hora exacta del amanecer y el atardecer en Dubái.

Después regresamos al hotel, a preparar maletas, pues mañana sería el último día.


Despidiéndonos de la playa

El último día fue doloroso, pero lo quisimos aprovechar al máximo. Las niñas no fueron a su club de niños, para que disfrutaran al máximo la piscina. Para no perder tiempo, desayunamos en el cuarto hot cakes, pues las mujeres, mayoría en la familia, escogieron esta opción. Después fuimos directo a la playa, a despedirnos de su arena que arde y de su mar caliente. El resto del tiempo lo pasamos en la piscina, comiendo la última paleta de limón y visitando al Wild Wadi.

La luna, símbolo del Ramadán
Después de la comida, fuimos a la recepción a organizar el traslado al aeropuerto y a dejar las maletas por unas horas. Nuestro vuelo sería a la medianoche, así es que no nos quedaba otra más que visitar los dos centros comerciales que nos conquistaron, el Dubai Mall y el Mall of Emirates.

En el Dubai Mall cenamos. Necesito decir que no me gusto cuando en un restaurant de sushi una familia comía antes de que iniciara el Iftar. Faltaban como unos quince minutos y la familia asiática estaba ya en la degustación. Frente a ellos, una familia musulmana. En fin, ahí pudimos darnos cuenta de la increíble tolerancia hacia los turistas.

Nuestra cena la hicimos en el restaurant Cafe de Paris, que es una sucursal de la matriz ubicada en Ginebra, Suiza. Creo que la visita a este local en Ginebra no era tan accesible, pues Ginebra estsá a tres horas de Basilea. Así que aprovechamos esta oportunidad.



Se podría pensar que es un desperdicio pasar el tiempo en los centros comerciales, pero la verdad es que uno como turista puede sentarse y observar a todos los habitantes de esta ciudad que utilizan estos lugares como punto de reunión. Y es que con el calor que hace afuera, ir al centro comercial es la mejor opción para mitigar ese calor.

Así terminaba el día. Estábamos cansados, pero felices de haber aprovechado al máximo  la visita a esta ciudad. Regresamos al hotel por las maletas y nos dirigimos al Aeropuerto de Dubái. En esta ocasión, aprendimos que el Ramadán es una de las cinco columnas del Islam. Nos gustaron las creencias altruistas para los más necesitados y un detalle que nos maravilló, fue conocer que al final de este período, los niños reciben regalos, como nuestros niños en Occidente durante la Navidad.

Adiós Dubái, con gusto regresamos en un año, si nos es posible.